viernes, 25 de abril de 2014

Llueve.


Llueve.
Sobre mi piel desnuda,
sobre mi eterna duda,
sobre ese silencio que me puede,
bajo esa tormenta que arrecia,
bajo mis carnales cimientos,
tras las mentiras que no cuento.

Llueve.
Sobre mi memoria vencida,
sobre la carne que un día amaste,
y que nunca volverá a ser mía.

Llueve.
Y el agua empapa hasta mi alma,
me trae tus manos,
abandono mi calma,
me envuelven los sueños
y, a través de mis dedos,
te hago mi dueño.


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