Esperando

Esperando que llegues,

que llenes espacios,
y derrames azúcar y miel
por la comisura de mis labios.
Esperando, si tu quieres,
que cuando caiga la tarde
me haga horizonte y niebla,
que se encuentren tu cuerpo y  el mio,
y me quemen tus manos
mientras el mundo muere de frío.
Esperando que mueras,
por fin entre mis brazos,
que de todos mis amantes
tu boca borre cualquier rastro.
Que derribes murallas
y dejes secos mis charcos,
que sueñes con volver a amarme,
cada vez que me marcho.

Bendigo

Bendigo
el manantial que apaga la sed de mis labios,
manjar que nunca me sacia,
pecado mortal
en noches que nunca se acaban.
Bendigo plegarias
que no van más allá de susurros,
tu lengua abriendo mis labios,
amando sin tregua mis rincones oscuros.
Bendigo la lluvia de fuego
que me arrastra sin descanso,
el color de la luna en mi pecho de plata,
el latir, tras morir, de tu piel, húmedo remanso.

No me conoces

No me conoces.
No sabes mi nombre,
no imaginas por qué me amaron
o si rompí mis sueños en los labios de otros hombres.
No sabes cuál es mi color preferido,
si me hace más libre recitar salmos
o conocer el calor de lo prohibido.
No me conoces.
No sabes el precio de mi sonrisa,
si prefiero quitarme la ropa
o que me desnuden sin prisa.
Cómo es mi piel cuando amanece,
si me atan cadenas,
si mi carne tiene el sabor amargo
de lluviosas playas desiertas.
No me conoces.
No sabes si duermo desnuda
o mi ropa interior es de encaje.
Si mi piel brilla en la noche
bajo la luz de la luna
o descanso sobre caderas ardiendo,
mientras se deshace entre suspiros mi cintura.
No me conoces y
quizás amar el alma que imaginas,
envuelta en bruma y vestida de regreso,
sea lo único cierto y que valga la pena.

Me perdí

Me perdí
abrazada a tu cintura
y a todos tus instantes,
a surcar cada amanecer tu cuerpo,
incansable navegante.
A ese encerrar en mi boca
tus más ardientes despertares.
Me perdí
en las hojas caídas,
en el dolor de cada uno de los cuerpos
que esperaban, eterna condena,
tu llegada en todas las esquinas.
Me perdí en palabras
tatuadas en mi piel,
en once minutos más de cada vida,
en el viento del sur
que desataba en mi alma todas las tormentas.
Hasta que una noche, creyendo amarte,
acabé por encontrarme.

Lo que me dejas

Lo que me dejas,
los senderos andados,
envolver en mi desnudez
las baldosas de tu baño,
y un paisaje hecho ruinas
después de besar tus labios.
Volver a amarte sin descanso,
beber de ti, frenar anocheceres
hundida en el calor de tu pecho,
con tu piel pegada a mis besos.

Cuerpo de guitarra

Cuerpo de guitarra,
canción que susurran mis labios,
que cubre mis días,
que se entrega a ti cada noche
sin leyes ni medidas.

Cuerpo que taño con mis dedos,
acariciar que me enloquece,
música en la que me derramo
y que hoy cierran lo que ayer fueron mis heridas.

Objeto de mis oscuros deseos.

Objeto de mis oscuros deseos,
protagonista de la humedad de mis noches.
Vendaval que me llena de urgencia,
que convierte mi pasión en derroche.
Lamentos que abren horizontes,
colman sueños,
confunden distancias,
y olvidan nombres.
Sin otra identidad que el sabor de tu labios
sellando mis duelos.

Habrá que esperar

Habrá que esperar
que baje la marea,
que no quede más que mi lujuria
reposando, serena, sobre tu espalda.
Habrá que esperar
que mis besos se cubran de arena,
que nuestros cuerpos se deshagan
en mar, sal y olas.
Habrá que esperar
que la locura de hundirnos
en nuestro deseo desbocado,
nos encuentre a solas.
Habrá que esperar
que no caiga la tarde
sin que el miedo de amarnos
venza mi tentación de reescribir,
con mi boca, el sabor tu carne.

Aquí estoy

Aquí estoy.
Mitad paraíso, mitad infierno,
sumergida en inconscientes deseos,
anegada en imposibles sueños.
Aquí estoy.
Con el alma hecha girones,
creyendo ver tu pecho y su calor,
derramado sobre todos mis rincones.
Sin nada que darte,
si no es mi naufragar en cada uno de mis instantes.
Aquí estoy.
Tropezando a cada paso con el charco
que queda tras la derrota de mi cuerpo,
lejos de tus manos.

Atada a tus caderas

Despertar
atada a tus caderas,
no recordar, hasta que te conocí,
ni mi nombre ni la mujer que era.
Esperar que me llenes tú,
no la madrugada,
y dejarme caer
rompiendo las invisibles cuerdas que me atan.
Sentir el fino palpitar
de tu alma en mi cintura,
adueñarme de tu carne,
dejarte ir,
volver a amarte.

En las partes de mi cuerpo

En las partes de mi cuerpo
en las que crezco, te hago mio;
derribando los muros,
separando las aguas
de este mar en el que pierdo el rumbo.
En los trozos de mi vida en los que te encuentro
apuro tus besos,
cocino el manjar de tu pecho en mi boca,
a fuego lento.
En los pedazos de mis hojas en blanco,
se arroja mi alma hecha pedazos
como un suicida a tu vientre,
sensual barranco.

Maldigo

Maldigo
el amor que me convirtió en un ángel caído,
que hizo un infierno del paraíso,
y de amarte,
mi eterna condena.
Maldigo
ese castigo
de sentirme libre a tu lado,
de creer que eran alas
lo que en realidad fue
el infierno de soñar tus labios.

Tu boca surcando mi cuerpo

Tu boca surcando mi cuerpo,
mar agitado,
sensual elemento
que abandona la calma,
en ese vestir mi piel con tu aliento.
Me abro a ti,
dulce niebla que me arrastra,
luna llena que gobierna mis mareas,
empapa mis orillas,
ablanda mi áspero lecho de arena.
Húmeda y carnal,
transformo este morir lentamente
en ingobernable galerna,
en versos de rima abierta
encajados entre mis piernas.
Cruda y precisa,
mi carne se reblandece,
me hago cueva, refugio, caverna,
me hago playa en la que acoger tu cuerpo,
naúfrago en mis aguas abiertas.

El precio de amarte

El precio de amarte,
de no saber si mi cuerpo volverá a reposar,
libre de tu memoria.
Si podré escribir en otra piel,
lo que no pudo ser tu historia.
El precio de viajar sin frenos
sobre el desconocido calor de otros cuerpos.
De buscarte
en cada uno de mis besos,
en todas las copas apuradas,
en ese imaginarte a lomos de la noche,
y hacer de mis madrugadas un reproche.
El precio de dejar de soñarte
cada vez que cierro los ojos,
de sentir cómo te enredas
en la tibia cadena que forman mis piernas.

Para dejar de ser lo que nunca fuiste,
cada vez que la madrugada me despierta.

Hoy me desnudo

Hoy me desnudo,
me convierto en hiedra,
mientras el mundo que me rodea
permanece mudo.
La piel hecha escarcha,
mi cabello atrapado en el tiempo
y ese morir, poco a poco,
al despertar sin sentir tu aliento.
Hoy me desnudo,
para llegar a ti sin palabras que aturdan,
el anhelo tatuado en mi alma,
y borrando tu recuerdo
para no perder la calma.

Envuelta en cuero.

Envuelta en cuero,
haré que tu deseo estalle.
Te poseeré,
sin que se rocen nuestras pieles,
te amaré,
sin que se humedezcan
tus labios
con mi aliento.
Nada será más cruel
que ver cómo
me alejo lentamente...
Mientras tu cuerpo
se estremece al recordar
el abrigo febril de mis caderas.

Bajo mi ropa

Bajo mi ropa,
entre mis sueños,
en cada habitación,
enredado en todos los te quiero.
Junto a mis pasos perdidos,
mi cuerpo como arma,
el instinto, mi único dueño.
Me apodero de ti,
te despojo de miedos,
abro mis piernas y te abarco
en sensual y húmedo encierro.
Tus caderas, mi paraíso,
el lugar sin limite, tus labios,
único mar que preciso
para quebrar, sin remedio, mi calma.

No me falta nada

No me falta nada para amarte;
ni dar cuerda a los relojes,
dejar reposar el vino,
o recorrer distancias
dejando con mis pies desnudos
imborrable rastro de colores.
No me falta nada para amarte.
Ni unos labios que, hambrientos, recorran tu pecho.
Ni mi lengua midiendo tu cintura,
tierra de agua y arena.
Ni mi rostro acariciando tu almohada
mientras me estremecen tus besos.
Ni nada que no sean las yemas de mis dedos
palpitando a cada instante
antes deshacerme
entre tus silencios de agua.
No me hace falta nada para amarte o, quizás sí...
Lo más importante.

Juré amarte

Juré amarte
y convertirme en todas las mujeres.
Acariciar tímidamente tus mejillas,
ser la loba que devora su presa,
y desnudarte con urgencia
mientras aparto los cubiertos de la mesa.
Juré amarte,
pero las hojas del calendario cayeron...
Y con el ansia febril con la que apuré todas las copas,
mientras me mojaban todas las lluvias,
soñé que eras tú
la dulce miel que siempre llenó mi boca.
Juré amarte
y sólo pude leerte en otros versos,
para desandar todos los caminos,
desprenderme del miedo
y reposar junto a tu cuerpo.

Me abro a ti.

Me abro a ti,
vacía de todo
menos del ansia de amarte.
Me derrota el vértigo
de tu boca sobre mi cuerpo
y regreso a mi,
con el sabor de tu carne
en los pliegues de mis labios.

El espejo de mi sueño.

Sin prisa,
en silencio,
con ganas,
sin tiempo.
En tus ojos,
en tu cuerpo,
en el espejo de mi sueño,
descansa tu memoria
entre mis besos.

Deseos cumplidos

Algunos lugares albergan secretos
esperando derramarse,
sobre tu piel de incienso.
Pedazos caídos de ningún cielo,
trozos de espejo que ayer fueron sueños.
Deseos cumplidos,
ese aliento que quema,
el calor de tu boca en las noches de frío.
El ansia de amar que  arrincona,
la lluvia espesa que cae
desde la profundidad de mi alma,
en el morir de tu aliento en la ventana.
Tembloroso trasnochar de tus manos,
ese soñar que perdí en el camino
y que encuentro en tu piel,
y en el fugaz transitar de tus dedos...
Tarde de tormenta y de sentirse vivos.

Recorro tu cuerpo.

Recorro tu cuerpo
guiada por la carnal brújula
de mis instintos.
Dibujo el mapa de tus caderas,
con el compás impúdico
de mis labios.
Me hundo en todos tus rincones
sin que este naufragio,
en el océano de tu carne,
me acerque a otra orilla
que no sea tu boca.

Abrazada a ti

Perdiendo el mundo de vista.
Abrazada a ti,
mis ojos cerrados
y tu cintura resbalando, aún,
en el reposado dormir de mis labios.
Perdiendo la razón,
hundiendo mi sentir en la locura
de arrancar las hojas de mis días,
por amanecer al calor de tu pecho,
el alma y la conciencia perdidas.

Ámame.

Ámame
sin más miedo que
no poder saciarme,
acógeme,
en el paraíso de tu cuerpo
sin límites.
Deja que consuma tu carne,
sin otro deseo
que agotarme en ti.
Aleja de mi piel,
la sed del recuerdo,
para convertirte en mi veneno.

Me acerco.

Me acerco,
despacio y sin mesura,
descalza,
silenciando mis pasos,
y mi alma, desnuda.
Te espero lejos de mi,
de cualquier tiempo,
mi carne abierta,
mi deseo enfermo.
Llego a ti
para que pintes mis labios
con tu fuego,
el mundo entre mis piernas latiendo,
y el placer al imaginar tu lengua,
despierto.

Hasta llegar a ti.

Hasta llegar a ti;
vencí mis miedos,
me despojé de otras pieles,
hundí mis naves,
rompí mis silencios,
negué el calor de tus labios
y, sobre las cenizas de tu deseo,
rehice, al fin, el vuelo.

Recordaré las veces que te ame.

Recordaré las veces que te ame
sin decir tu nombre.
Soñaré que me fundo,
desesperada,
en tu cuerpo...
Cerraré mis puertas
con la llave de tu memoria.

Déjame apartar mis labios de los tuyos.

Déjame apartar mis labios de los tuyos,
alejarme de ti
con la urgencia
de quien cree morir,
si no regresa a tu cuerpo
por diferente camino.

No...

No hay libro
capaz de guardar los versos que aman,
ni palabras que conjuren al tiempo.
No queda playa,
recóndita o desierta,
que no traiga a su orilla
lo que ayer fueron tus promesas.
No queda nada,
ni suspiros, ni recuerdos.
Sólo mi cuerpo desnudo
languideciendo,
en los que desangrarme
en cada espera,
en cada cuerpo habitado,
en cada cama deshecha.

Que...

Que el sabor de tu pecho
deje de ser desvarío,
que me encuentre la noche
al amparo de tu brisa,
confundidos tu aliento y el mio.
Que alejes miedos,
ofrezcas calma,
que el mundo abarque
la inquietud que desborda
las esquinas de tu cama.
Que tus manos paren el tiempo,
me conviertan en agua,
que la conciencia se pierda
desdibujada en mi cuerpo y tus ansias.
Que no quede noche, momento, instante,
en que deje de ser yo misma
para diluirme en el placer
del turbio océano de tu carne.