12 meses 12 metas.

1 - Cuando veas a alguien que sufre, ponte en su lugar. Si no lo haces tú, la vida lo hará por ti.

2 - Si un sueño no se hace realidad, abandonalo o se convertirá en pesadilla.

3 - No mientas ni siquiera a quién te haya mentido. El silencio y la ignorancia son las respuestas más ensordecedoras.

4 - Nunca lastimes a nadie. Mucho menos a quién, en algún momento, ha curado tus heridas.

5 - Guarda espacios para tu soledad, para reflexionar y conocerte mejor. Amarte a ti mismo te enseñará a amar a otr@s.

6 - No tengas prisa por vivir ni pausa para amar. Usa tu capacidad y tu deseo como medida.

7 - Respeta los olvidos y descuidos que tengan hacia ti. Piensa que siempre habrá quien te recuerde sin que tú lo sepas.

8 - Nunca mires atrás si no es para asegurarte que el cielo que ayer fue tormentoso, hoy está libre de nubes.

9 - Que ningún sentimiento te esclavice, ni el amor, ni el odio, ni por supuesto, el sentimiento de culpa.

10 - No dejes nada para mañana. Quizás el mañana no te de una segunda oportunidad.

11 - Piensa y ayuda a quién lo necesite. El tiempo te enseñará que hacerlo es una forma de ayudarte a ti mismo.

12 - No pierdas tu tiempo en alguien incapaz de construir ni un solo sueño. Y que si lo tiene, no se esfuerza en cumplirlo.

La borrasca que nace en mis labios.

La borrasca que nace en mis labios.

Casi mil días con tu perfume en mi piel.

Casi mil días con tu perfume en mi piel.

En la tormenta.

Átame
al aguacero de tu risa.
Arrástrame
hasta la orilla incierta
de tu cuerpo.
Enrédame
en la tormenta
carnal de tus caderas.
Somete
mi deseo de amarte
a todas las noches
que sobrevivo a tu ausencia.

Los versos que callo y que envenenan mi aliento.

Los versos que callo y que envenenan mi aliento.

Lujuria envuelta en locura.

Me abro paso
entre silencios,
miedos y soledades.
Dejo atrás lo que fui para ser yo,
convierto lo que fue mi vida en  instantes
y llego a ti
envuelta en desnudez y en voluntades.
Océano de deseo,
mar incompleto en el que anhelo ahogarme,
Lujuria envuelta en locura
y realidad hecha piel
en la que morir cada tarde.

Hasta que sea tu boca la que me cubra de versos.

Hasta que sea tu boca la que me cubra de versos.

El deseo de amarte me quema.

El deseo de amarte me quema.

Anidaste en mi memoria.

Anidaste en mi memoria
para despojarme de otras vidas,
de otros nombres,
de otros cuerpos.
Me miraste
para borrar de mis ojos
todo lo que algún día amé,
y que hoy desconozco.
Me acariciaste
para que conociese la piel que
que me lleva a ti,
tan diferente a otros caminos
por los que transité.

Desbocarme, urgente y sin medidas.

Desbocarme, urgente y sin medidas.

Estos labios.

Estos labios
deben probar el mejor vino,
sentir que de cualquier piel que tocan,
son abrigo.
Estos labios
que te besan y dan vida,
que no dan una noche
a tu lado por pérdida,
guardan tu secreto
y recogen los pedazos de tu cuerpo,
cada vez que se rompe
con uno de mis besos.

Lo que de ti quedó tras amarme.

Lo que de ti quedó tras amarme.

En mis más íntimos placeres

Me recreo en mis manos,
que aún conservan tu aroma.
Me recreo sobre las huellas
de tu cuerpo ausente.
Desnudo mi alma de todas las pieles
para encontrarte
en todas las distancias,
en los cielos libres de tormenta,
en mis más íntimos placeres.

Hambre de amar que moja silencios.

Hambre de amar que moja silencios.

Morir a sueño lento.

Qué corta es la vida,
qué eterno el dolor que viste sus días
de abandono,
de ausencia,
de batallas perdidas.
Qué breve el instante
en que se rompen los sueños
y da paso a ese dormir, que es morir a sueño lento.

En cada uno de tus instantes.

Escribe mi nombre
en tus paginas en blanco.
Guarda mi recuerdo
en tus rincones vacíos,
donde un temblor repentino
te regale mi sonrisa,
se hayan borrado tus recuerdos,
y sólo te acaricie el frío.

Me encontrarás
derramada en cada uno
de tus instantes,
desnudo mi corazón de lluvia.
Deshecha en nostalgia y verbo,
el amar distante
como único equipaje.

Y despertar, hecha piel y sábanas mojadas.

Y despertar, hecha piel y sábanas mojadas.

Me desnudo.

Me desnudo
en sensual ceremonia
que me arrastra a tu encuentro,
en un ritual que desplega mis alas
hacia viajes inciertos.
Me desnudo
porque la ropa me duele,
el deseo de amarte me redime en tu cuerpo
y el tiempo sin tu piel
no es tiempo, es desierto.

Dime

Dime,
en qué ensenada varaste tu barco,
qué otro mar surcaste
capaz de borrar el sabor de mis labios.
Cómo es la cama que  siembras,
de quién es el cuerpo que ahora respiras.
Dime,
qué sabor tienen
los labios que besas
mientras juras amarme. 

En la eterna humedad de la que eres dueño.

En la eterna humedad de la que eres dueño.

Morir a sueño lento

Qué corta es la vida,
qué eterno el dolor que viste sus días
de abandono,
de ausencia,
de batallas perdidas.
Qué breve el instante
en que se rompen los sueños
y da paso a ese dormir,
que es morir a sueño lento.

Oscuro morir

Escribirte mi más sensual poema,
con letras de sangre y rimas de fuego,
sin palabras que duelan,
o silencios que mientan.
Desnudarte y amarte
como a ningún otro hombre,
en el oscuro morir
de los que nunca se encuentran.

Lo que en mi piel despiertas.

Lo que en mi piel despiertas.

Cálido terciopelo

En ese frágil mundo
que separa la luz de la niebla,
soñé que tus manos,
cálido terciopelo,
acariciaban mis piernas.
Y ya no hubo más noche
que la brisa impúdica de tu aliento,
en todos mis rincones.

Lo mejor de ti

Lo mejor de ti
nunca fueron los besos que diste,
las sonrisas en que enmarcaste atardeceres
o los caminos en que, sin ser míos,
te perdiste.

Lo mejor de ti
no fue siquiera tu forma de amar,
o hundir tus miedos en miradas que te encienden,
aunque al besar otros labios,
soñases que acariciabas mi vientre.
 

Lo mejor de ti
no son las nubes envueltas en piel
de las que,
deseando que sea mi carne la que te ofrecen,
insaciable bebes.
 

Lo mejor de ti
es que cada vez que amaneces
junto a otro cuerpo,
mi ausencia te quema.

Renacer hecha deseo descarnado.

Renacer hecha deseo descarnado.

Mortal precipicio

Desnudaste mi cuerpo
y arrollaste mi alma,
fuiste el torrente
en que se ahogó mi deseo.
Mortal precipicio al que me arrojé,
hasta que tu boca se llenó de veneno
y fundió mis alas.

Herrumbre

Me despojo del miedo,
de la incertidumbre,
de atardeceres gélidos
en los que me negaste tu lumbre,
hasta borrar,
sobre mi piel desnuda,
la huella de lo que fue tu historia,
pasado de áspero paisaje y herrumbre.

Alma

Imaginar que cojo tu mano,
que siempre te amé,
que tu calor nunca fue extraño.
Soñar que me envuelves,
que mis curvas,
tierra mojada y sabor amargo,
se rompen.
Sentir que mi respirar te evoca,
que te pronuncia mi alma erizada,
que, sin rozarme, me tocas.

Vacía de todo menos del ansia de amarte

Vacía de todo menos del ansia de amarte.

Ahora

Ahora que los silencios corrompen
y la realidad me despierta.
Que mi cuerpo no es libre,
tan solo una playa desierta
de la que huyeron tus labios.
Ahora que lo único que me queda
es tu mentira disfrazada de miedo
y el amargo viaje, hacia la nada, de vuelta.

En esta tregua de invierno.

Quiero eliminar las distancias
con mi cuerpo en tu cuerpo.
Sin medidas,
sin recuerdos,
sin viajes de otros tiempos.
Quiero que llegue el día
abrazada a tu pecho,
para olvidar todas las guerras
en esta tregua de invierno.
Que tu lluvia moje mis tierras
y mi piel se convierta en hierba,
que la luz de nuestras siluetas
acabe con las tinieblas.

Secar mi piel a tu aire.

Me acostumbré
a tener siempre tiempo para amarte,
a tu mirada como espejo,
a no vestirme si no de ti,
de la seda de tus anhelos.
Me acostumbré
a secar mi piel a tu aire,
a enredarme en los cordones de tus labios,
a abrirme a ti con los ojos vendados,
a vaciar con mi lengua
la copa de tu piel bebida de un sólo trago.
Me acostumbré a morir por tu deseo envenenada,
pero sobreviví a mi locura
y ya no te vi más,
sólo contemplé mi cordura.

Sin medida.

Sin medida,
sin lugar para esconderte,
sin más que una guerra vencida.
Sin miedo,
sin otro sabor que tus dedos
mezclados con mi sudor,
empapados tus labios,
despertando mi celo.

Sin leyes,
amando sin tregua,
derribando mis paredes,
sembrando mi cuerpo,
ardiendo tu vientre.

Amanecer sin nombre

Que nunca haya un encuentro
entre dos cuerpos,
que desesperados,
se sueñan.
Que el placer
que en íntima y tortuosa soledad
se vive,
renazca en un amanecer sin nombre,
en el que sentirnos libres.

Tu boca, pronunciando mi madrugada.

Tu boca, pronunciando mi madrugada.

Me perdí.

Me perdí
abrazada a tu cintura
y a todos tus instantes,
a surcar cada amanecer tu cuerpo,
incansable navegante.
A ese encerrar en mi boca
tus más ardientes despertares.
Me perdí
en las hojas caídas,
en el dolor de cada uno de los cuerpos
que esperaban, eterna condena,
tu llegada en todas las esquinas.
Me perdí en palabras
tatuadas en mi piel,
en once minutos más de cada vida,
en el viento del sur
que desataba en mi alma todas las tormentas.
Hasta que una noche, creyendo amarte,
acabé por encontrarme.

El otoño de tus labios.

Habrá que acostumbrar
cada pedazo de mi alma,
a ese despertar con sabor amargo.

Tendrá, el tibio sol que me despierta,
que despojarme de las horas inciertas
al mismo tiempo que deshace,
con su calor,
todas las dudas
que nuestras almas encierran.

Encontraré, quizás,
en todas tus vidas
y en el otoño de tus labios
las verdades olvidadas...
Como se encuentran las viejas cartas
en el fondo de un armario.

Puede que entonces
me desvista el viento,
se encuentren nuestras miradas
y se humedezcan, por fin,
mis sábanas blancas. 

Regreso al infierno

Dejo atrás las palabras
que hacia ti me llevaron.
Vuelvo a ese respirar incierto,
a las sábanas rasgando mi piel,
a esas noches de raso.

En el sinsentido
de este regreso a los infiernos,
albergo tu recuerdo
en cada trozo de mi carne.
Te veo en mis espejos rotos,
piel de luna menguante,
besos con la ausencia del calor
de caminar con los pies descalzos.

Imposible dejar de amar,
desgranar mi alma en nuevos versos.
Ya no cabe volver a soñar,
dejar de despertar
al amparo de otra árida espera.
Guardo tu mirada
envuelta en aroma de tinta seca,
tu cintura enganchada a mi alma,
tu boca en mi boca, deshecha.

Me quema tu carne.

Me quema tu carne.
Me llena de vida,
me hace vibrar.
Me adentra en un mundo
en que todo es posible;
matar por tu piel,
morir en tus brazos.
Sentir que no hay nada malo
en entrar a escondidas
en todos mis deseos,en cada uno de mis pecados.

El fiero despertar de mis instintos

Déjame hacer de ti
todos los amantes que imagino,
hambriento, devorar tu carne,
y dejar en tu piel el aroma
que antes reposó en una copa de vino.
Deja que ya no luche más
contra el fiero despertar de mis instintos,
que tu océano en mi boca
sea lo único que hoy me embriague.
Déjame vestirte con mi saliva,
encontrar lo que hasta hoy no fui,
en tu vientre como tormenta,
y que si la vida nos obliga,
nos amemos como animales.

Sin rozarme, me tocas.

Imaginar que cojo tu mano,
que siempre te amé,
que tu calor nunca fue extraño.
Sentir que mi respirar te evoca,
que, sin rozarme, me tocas.

En la liquida urgencia de tu boca

En la liquida urgencia de tu boca.

Encontrarte, mar abierto y tempestuoso

El verdadero milagro
es amoldar tus caderas a las mías.
Encontrarte,
mar abierto y tempestuoso,
en el lugar que antes ocuparon mis heridas.
Ver cómo tiemblas cuando te acuno,
y desenredar mis nudos
mientras me desato en tus embestidas.
El verdadero y sacrílego milagro
es que a ambos nos moje la lluvia,
y en ese momento,
enterrar en nuestro aliento enfebrecido,
todas las dudas.