Mojando mis sueños

Inundaste mi cuerpo

con la fuerza de una tormenta.

No me queda más

que recrear en mi memoria

el paso de tus nubes,

la descarga de tu cielo,

y el sabor amargo

que dejó tu lluvia,

mojando mis sueños.

Atada

Atada a mi deseo,

a mis sueños,

a mi realidad de seda y cuero.

Atada a sábanas que gritan,

frías de ausencia,

a caricias que, sin llegar,

visten de negro mis besos.

Atada a mi adiós

oscuro y de acero,

de habitación cerrada y gris...

Atada a tu recuerdo.

A todos los rincones.

 

A todos los rincones
que albergue tu miedo.
A cualquier esquina
que merezca la espera.
A toda religión
que acoja mi credo.
A aquel instante
en el que se beben
los cuerpos.
A esas caricias
que llevan al cielo.
A mi deseo
de atrincherarme
para siempre,
en el frío de tus besos.

Prisionera de tus labios

Prisionera de tus labios,

de tu calor,

de la humedad de tu aliento.

De tus brazos que me aíslan,

me sostienen,

me derriban.

Prisionera de este instinto

que me inclina

y me arroja al abismo de tu cuerpo.

En la carnal conjunción.

En la carnal conjunción
que forman mi deseo,
y los trazos que en el aire
marca la lujuria de tu cuerpo,
sólo hay lugar para el rastro
que deja en mi lecho
tu figura,
cada vez que te sueño.

En las partes de mi cuerpo

En las partes de mi cuerpo
en las que crezco
te reconozco,
te hago mio;
derribando los muros,
separando las aguas
de este mar en el que pierdo el rumbo.
En los trozos de mi vida en los que te encuentro
apuro tus besos,
en mis labios te siento,
cocino el manjar de tu pecho en mi boca,
a fuego lento.
En los pedazos de mis hojas en blanco
se arroja mi alma hecha pedazos
como un suicida a tu vientre,
sensual barranco.
En mi retirada
tras cada guerra perdida,
regreso a ti,
mi alma hambrienta
y el deseo de quemarme
otra noche,
guerra abierta.

El reposado brillar de la luna

Cómo encontrar la forma de dibujarme en ti
con pinceladas ardientes,
de enterrar en tu piel mis otras vidas
y alimentarme, hasta morir,
de este presente.
Cómo entrar en tu cuerpo
y transitar todas tus noches,
silenciar beso a beso
ese anhelo por secar el agua de tus lagunas,
para regresar a tu voz
y crecer, sin remedio,
en el reposado brillar de la luna.
 

Necesito sentir.

Necesito sentir
que formas parte de mi,
que sientes extraña la piel que no me pertenece,
que son tuyas las caricias
que me hacen temblar cuando amanece.
Necesito que me ofrezcas
un pedazo de tu vida,
ese espejo que dibuja con tus labios,
un mundo más allá de mis paredes.
Necesito que tus manos cobren vida
enredándose en mi pelo,
y que tus dedos sean la magia
que abra mis cielos.

Mis labios te acogen.

Mis labios te acogen,
ansiosos y egoístas,
mientras mi boca,
libre de las ataduras de tu lengua,
perfila el final de un silencio. 
Casi tocar con mis manos
la urgente inmensidad de tu cuerpo,
casi sentirte desbordando todos mis rincones
hasta llenarlos de escarcha,
casi dejar las palabras
para cuando necesitemos desconocernos.

Sobre el mapa de tu piel.

Sobre el mapa de tu piel
reinventaré fronteras con mi lengua.
Mi boca sobre la tuya,
mi vientre acortando distancias
para detenerme en tu pecho,
hasta hoy, tierra de nadie.
Bajo la tierra firme de tu espalda,
me abandono al vértigo de sentirte mío,
de morir por un instante,
en tus brazos como desafío.

Bebo de ti.

Bebo de ti,
de tu piel regada
en la humedad de mi aliento.
Me alimento de tu carne
sin esperar más que tu sabor
como recompensa.
Sin desear otra cosa
que volver al calor de tu pecho,
tras vagar por las horas,
que sin ti son eternas.

Sin más horizonte.

Sin más horizonte
que dejar de ver el mundo
para habitar tu universo.
Sin otro camino
que el marcado
por la constelación
de tus lunares.
Sin más regreso
que mis labios, mojados en ti
y en todos mis despertares.

No importa que amanezca.

No importa que amanezca,
que el sol entre por la ventana
o que la mañana venza.
Sólo tu cuerpo a mi lado,
libre de cualquier otro abrazo,
me hará vivir el momento
de sentir como tus manos
me despiertan sin palabras,
y envuelven todos mis lados,
para acortar la distancia
entre mi piel dormida y tu carne.

Recogí mis alas.

Recogí mis alas
para volver
a ser un ángel.
Me fui sin decir adiós,
sin probar tu carne,
sin morir
tras saciarme de tu veneno.
Preferí no volver a mirarte,
nunca oír tu voz...
Volver, derrotada,
al frío cielo
de los cuerpos que nunca aman.

La frontera que amo

La frontera que amo,
esa piel que me atrapa,
que me hace prisionero.
La magia de las noches sin miedo,
de la libertad soñada,
de sumar días a febrero.

Lineas que me definen,
me anclan a tus caderas,
me hacen firme,
me arrastran, me desesperan,
superviviente de mil naufragios
en el devenir de tus mareas.
 

Confín sensual e infinito,
isla azotada por el viento,
lamento, sueño roto,
paraíso de placeres prohibidos,
deseo indomable de bajar al infierno.

Galerna

Galerna que arrasa a su paso
sentidos, consciencia,
tormenta de lujuria que inunda mi cuerpo.
Volcán en erupción,
temblor de tierra, piel y cimientos...
Arde mi alma,
arrebatas mis miedos...
Se acerca el momento
de sentir que me quemas por dentro.

Aquí estoy

Aquí estoy.
Mitad paraíso, mitad infierno,
sumergida en inconscientes deseos,
anegada en imposibles sueños.
Imaginando que tus labios me besan,
soportando el peso de mis noches,
sugiriendo húmedos besos
y despertando con reproches.
Aquí estoy.
Con el alma hecha girones,
con tu pecho y su calor
martirizando todos mis rincones.
Sin nada que darte
si no es mi vida reflejada en tu adiós
y mi naufragar en cada uno de mis instantes.
Aquí estoy,
Tropezando a cada paso con el charco
que queda tras la derrota de mi cuerpo
huérfano de tus caricias,
lejos de tus manos.

Mojado mi cuerpo.

Mojado mi cuerpo
por la intensidad de aquel tiempo
en que fuimos puerto.

Hundiendo mis pies en la arena
que besa con fuerza mis pliegues,
que derriba mis muros
como ayer, cuando fueron tuyos.

Ahogandome en el mar,
sintiendo el besar de las olas,
recordando aquella que fui
cuando me silenciada tu boca.

Me alimento de ti.

Me alimento de ti
y me procuro,
en  ese elixir invisible
que entra en mí,
el sustento que reconforta mi alma.
Me desato en la locura

de amarte en todos los lugares,
de todas las formas,
olvidando otra piel,
toda ley, cualquier forma.

Me alimento de ti
y en esa sinrazón por saciarme,
no hay más salida que hacer de mi boca
un universo hambriento
en el que saborear mi esencia,
y en el que cobijar tu carne.

Deja.

Deja
que sienta cómo naces
en mis brazos enredado,
cómo creces en mi piel,
al abrigo de la poesía
de mis manos.
 

Deja
que cada noche
recorra tu cuerpo a nado,
que me columpie
en tu risa,
que tus dedos no sean extraños.
 

Deja
que me sorprenda tu cuerpo,
durmiendo sobre tu pecho,
que me despierte el día
derramada en tu lecho.

Que tu deseo despierte.

Que tu deseo despierte,
me inunde, me haga fuerte.
Que silben las balas de tus manos al rozarme,
me acribillen,
me traspasen,
que no dejes un milímetro de mi piel
libre de la batalla de amarme.
Que no regrese ningún tiempo,
que mi carne se abra
y arda en tu fuego.
Que sólo reconozcas tu cuerpo
cada vez que crezcas en mis labios
y te atraviesen mis besos.

Tu cuerpo y sus espacios

Tu cuerpo y sus espacios,
abismo en el que se precipita el hambre
de dejar atrás mi desierto
para reposar en tus valles.
Arrastrado por todos tus vientos,
descansaré en tu pecho
tras dibujar,
ausente de calma,
el efímero color
de mi deseo sobre tu espalda.
Sin más corriente que me lleve
que el húmedo laberinto
que esconde tu vientre,
sin más anhelo
de acabar el viaje envuelto
en la salvaje seda de tu pelo.

Con mi recuerdo te escribo

Con mi recuerdo te escribo
en esta noche oscura,
con palabras vacías
que convierten mi vida
en un océano de dudas.
Te lleno de letras sin nombrarte,
y ese dolor que me acecha
convirte mis días en una lenta sangría.
Te pienso,
sumergida en mi eterno sueño,
en ese ahogarme en la soledad
de no tener tus besos.
Te siento
y vuelven a mi memoria nuestros cuerpos,
en ese nacer con cada encuentro.
Me abandono y ardo
en la hoguera de tu carne,
y en el vano intento
de hacer cenizas mi ayer para olvidarte.

Como amas el silencio...

Como amas el silencio...
Envolviendo los recuerdos
que, lejanos, te hacen viejo.
Señalando con el alma sonrisas
que nunca alejarán el invierno.
Alimentando espacios
con deseos que rompen tu calma
en esa crecida que, irremediable,
cuando me sueñas, te despierta.
Como amas el silencio...
Herido por lo que dejaste de vivir
con cada beso que no me diste,
encerrado en imaginarme
empapando tu cama desierta.
Como amas el silencio...
Así amo yo el despertar
imaginando tu latir en mi pecho.

Tu cuerpo y sus espacios

Tu cuerpo y sus espacios.
Abismo en el que se precipita el hambre
de dejar atrás mi desierto
para reposar en tus valles.
Arrastrado por todos tus vientos
descansaré en tu pecho
tras dibujar,
ausente de calma,
el efímero color de mi deseo sobre tu espalda.
Sin más corriente que me lleve
que el húmedo laberinto
que esconde tu vientre.
Sin más anhelo
de acabar el viaje envuelto
en la salvaje seda de tu pelo.

Ser

Ser el para siempre
de manos que dan vida,
de unos dedos que conocen mis medidas,
de caricias que no atenazan...
El fin del mundo
de unos labios que no escuecen,
la tierra prometida
de la urgente tentación que no envejece.
Ser todos los besos,
las promesas nunca cumplidas,
el veneno que me enloquece
cuando corre por mis venas,
la libertad que se convierte en condena.
Ser el último abrazo,
las perversiones que arden
en costuras deshechas.
Tras más de mil noches,
el amargo aliento del final sobre tu pecho,
el lento temblar de mi vientre
con mi ansia de sentirme en ti,
como sensual derroche.

Esperando

Esperando que llegues,
que llenes espacios,
y derrames azúcar y miel
por la comisura de mis labios.
Esperando, si tu quieres,
que cuando caiga la tarde
me haga horizonte y niebla,
que se encuentren tu cuerpo y el mio,
y me quemen tus manos
mientras en resto del mundo muere de frío.
Esperando que mueras,
por fin entre mis brazos,
que de todos mis amantes
tu boca borre cualquier rastro.
Que derribes murallas
y dejes secos mis charcos,
que sueñes con volver a amarme,
cada vez que me marcho.

Quise volar con tus alas

Quise volar con tus alas, 
sentir contigo, decorar mi piel,
hacer de mis lunes, domingo.
Quise respirar con tu aliento,
sucumbir en la cara norte de tus temporales,
derramarme sobre ti,
vaciarme en todos tus espacios.
Y sólo anochecí en cuerpos
en los que no quedarme.
Mis ojos nunca se cruzaron con los tuyos,
no encontré tu boca
y aún hoy,
cada vez que me besan otros labios, huyo.

Me quemas por dentro

Galerna que arrasa a su paso

sentidos, consciencia,
tormenta de lujuria que inunda mi cuerpo.
Volcán en erupción,
temblor de tierra, piel y cimientos...
Arde mi alma,
arrebatas mis miedos...
Se acerca el momento
de sentir que me quemas por dentro.

Mi único mundo

Poseí tu cuerpo y rebauticé tu alma.
Te hice mío y enloquecí atada al deseo,
irrompible eslabón de una cadena
que convirtió mis noches tiempo de arena.
Sumida en un vagar sin rumbo,
hice de tu piel todos mis caminos,
me abrí paso y lunar a lunar
y convertí en cristales los muros...
Abrí cielos
y giré de mis sentidos
alrededor de tus caderas,
mi único mundo.