Pasión

Pasión.
Verdades que se enredan,
besos que arden,
pieles que queman.
Bocas que hablan a quemarropa,
aire que falta,
esperas rotas.
Pasion.
Carne abierta,
suave caricia
de mi mano entre tus piernas.
Cerrar los ojos,
nacer en tu cuerpo
y atarme a ti,
con sensual cadena,
para crecer atada a ti
como suave enredadera.

Amanecer

Despertar,
amanecer sabiendo que ya no queda nada,
que partieron, sin llegar,
los sueños nacidos
en los rincones húmedos de mi almohada.
Despertar
sabiendo que la noche es eterna,
y no hay conjuro que rompa
la inmensidad de este infierno
que es amanecer sin tus besos.

Despertar,
lamer una a una mis heridas
para sellar con mi saliva
todas las cicatrices,
y aquellos silencios que mataron
las promesas que nunca hiciste.
Despertar
arrastrando con mi lengua
todos los excesos,
las huellas que nunca dejaste
en mi pecho como amante.

Despertar para caer
en esa muerte lenta,
enredarme en la cruel certeza  que ni siquiera hubo ayer,
que nunca habrá mañana.

Herida

Herida.
Con ese dolor que consume el alma,
que, como veneno, recorre mis entrañas
sangrando
con cada una de tus mentiras.
Herida de tiempo y vida,
rasgando mi pecho
todos los te quiero que no me dices,
volcando mi dolor y mi rabia
en infiernos que reposan sobre otras camas
y que me dejan cicatrices.
Herida, no de muerte,
hecha a todas las bocas que por ti me amaron,
de labios que encontraron los mios
pero nunca me besaron.
Herida cada vez que te veo en otras manos,
en la agonía de mis dedos que te buscan
y que,
tras suturar con mi boca
una piel que nunca es tuya,
me devuelve a la tristeza
de los eternos derrotados.

Cierro los ojos y te siento

Cierro los ojos y te siento.
Piel fina, suave movimiento,
placer que viene y se aleja,
que me expande, me libera...
Te acarició con mis manos y pienso
en la sensual comodidad de tu espalda,
en no dejar ni un día de abrazarla...
Respiro y pierdo todos mis sentidos,
me hago aire, latidos, fluidos...
Se detiene el mundo y todo cambia,
nuestros cuerpos vacíos,
rebosantes nuestras almas.

Me propuse dejar de amarte

Me propuse dejar de amarte, sí,
pero de una forma extraña.
Dejé de soñarte a todas horas,
mis ojos ya nunca te buscaron,
llené mi mirada de extraños paisajes,
y enterré, una a una,
las letras que forman tu nombre.
Me encendí cada noche bajo la luna,
suturé mi piel, herida de olvido,
el pulso firme y el corazón frío,
y en la ceniza de mi soledad
ardió nuestro ayer con mi último cigarrillo.
Hasta que llegó ese momento,
revestido de temporal y árboles derribados,
y mi despertar sucumbió de nuevo a la tormenta.
Caí de nuevo en el infierno
de imaginar tus dedos donde sólo estaban los mios;
de beberte, trago a trago, como una copa de buen vino
Me propuse dejar de amarte, sí,
pero tras volver a sentirte,
sé que no me sirvió de nada.

Cobro vida entre tus piernas

Por mis venas,
por todas las partes que domino
y por aquellas que,
al besarte, me son ajenas.
Por mi corazón reblandecido
en nerviosismo adolescente,
y en el enloquecido descontrol de sus latidos.
Por mis manos temblorosas,
midiendo deseos, sudando miedos
en ese no saber qué hacer cuando te acaricio.
Por este volver a ser niño
y encontrar en tu pecho
el alimento que me urge para sentirme vivo.
Por ese enlazar tu boca con la mía,
dejar de ser tu y yo para ser nosotros,
en ese enterrar todo lo que era
y volver a sentir  tras haber muerto,
que cobro vida entre tus piernas.

Arando con mi lengua

Recogiendo la fértil cosecha
que tu cuerpo me brinda,
bebiendo el licor que me embriaga,
que me sacia,
que colma mi alma.
Arando con mi lengua todos tus surcos,
derribando paredes,
reblandeciendo la cara oculta de tus muslos.
Abriendome paso,
descubriendo el edén de tus entrañas,
con mi boca y mis manos.

Cansada

Cansada de no morir en tu pecho,
de vendar mis ojos
para que me no me cieguen los sueños.
Derrotada entre restos de un comienzo
y agotando mi alma en cada intento.
Cansada de morir de frío
sin la caricia urgente de tus manos,
de sentir la humedad de mis rincones,
y estos labios heridos por tus besos
en los que ardí a fuego lento.
Cansada de esta batalla  perdida,
de otros cuerpos en mi boca,
de la misma pesadilla.
De la nada tras la tormenta,
de amar con locura
a un alma que ya no siente,
que se alimenta de carne  vencida,
que mata en lugar de morir
para sentirse viva.

De tanto...

De tanto encontrar tu mirada
en todos mis rincones
me acostumbré a no verme,
a no ser si no era en ti,
a dejar de quererme.
De tanto reposar sobre tu lecho
convertí en cenizas el ayer,
naufragué en tus miedos
y amarré mi barco en el último puerto.
De tanto sentir en mi mundo
todos tus aromas,
hice de mi cuerpo un templo
donde quemar todos los inciensos.
De tanto gozar cada noche,
de tanto placer encontrado
en esa locura
que fue beber de  tu vientre
y cerrar entre mis piernas todas las heridas,
me dejé morir en los cielos
que encontré tras emprender la huida.

Mientras tus orillas se incendian

Por tus hechuras,
por las curvas que forman tu silueta,
por ese terreno inestable
que acaba en tu espalda,
que se inunda tras la calma,
que transforma en carne desbocada,
en tierra anegada
tras la crecida de un río.
Mi cuerpo derramado
tras mil días de espera,
el vértigo de amarte,
de despertar
mientras tus orillas se incendian.

Entre mis dedos, el mundo

Entre mis dedos, el cielo.
Sosteniendo el trecho que media
entre el verso que inunda mis labios
y el desordenado calor de tus letras.
Que encierra,
una vez agotada distancias,
la rima perfecta.
Sosteniendo entre mis manos,
el dulce tiempo que arde,
cayendo mis muros,
muriendo la tarde,
calmando mi sed
en tus mundos desnudos.

Tomamos caminos distintos

Tomamos caminos distintos,
yo hacia ti,
tú hacia el olvido.
Se oscureció el tono de mi cuerpo,
me hice noche, abandono, desierto.
Desajusté la ropa que ceñía mi mundo,
aflojé mis bridas,
cabalgué a lomos de vidas
que nada me dieron,
de las que bebí sin saciarme
y que no te sustituyeron.
Tomamos caminos distintos.
Hoy regreso a ti,
te amo,
me hago tiempo,
me alimento de ti,
y te grabo a fuego en mi pecho,
hasta nuestro próximo encuentro.

En la ardiente cima

En la ardiente cima
que coronan mis piernas,
albergo ese cielo
al que tus labios me llevan.
Encendido paisaje
que dibujan tus dedos,
perfilan tus labios,
deshacen mi cuerpo.
Libro cerrado,
capítulo abierto,
grabado en mi piel
con tus letras de fuego.

Tengo una moto

Tengo una moto,
dos cascos,
hambre de tu sonrisa
y de recorrer tu piel sin prisa.
Tengo mil vidas por delante
para viajar a tu lado con calma,
deshaciendo las distancias
a lomos de tu sonrisa.
Tengo que quemar deseos,
sentir el viento acariciando mi rostro,
hacer de nuestros cuerpos enlazados,
mi anhelado horizonte.
Tengo los ojos cerrados,
para que no desaparezcas,
mi cama desecha,
mis pies en la acera,
tu sabor prendido en mi nombre,
y el cuero en mi piel
cubriendo tu ausencia.
Tengo que detenerme
en cada uno de tus lunares,
y borrar el tiempo perdido
por no haberte amado antes.

Carne contra carne

Carne contra carne,
lucha de deseos,
de distancias,
de ese placer de encontrarte.
De esparcirme en tus paisajes,
de deshacer con mis labios
todos tus equipajes.
Carne contra carne,
abandonar el mundo
para ahogarme entre tus muslos,
tomar aire de tus labios
y volver a respirarte en cada viaje.

Te siento y tiemblo

Piernas cruzadas,
cuerpo desnudo,
sábanas blancas,
mi lecho, tu mundo.
Piel que me quema,
labios ardientes,
acoge mi memoria
tu cuerpo ausente.
Besos no dados
mojan mi cuerpo,
me enredo,
me atrapas,
te siento
y tiemblo.

Deseo que me ahoga

Deseo que me ahoga,
que arroja mis sentidos
al abismo de sentirte mio.
Tiempo que se aleja,
que en tu cintura se para,
que dentro de ti enmudece.
Miedo que confunde
volar con saltar al vacío,
que muere en el campo abierto
de tu vientre en mi boca,
suave vino que rebasa mi copa.
Momento que se convierte en eterno
alejada de tus labios,
tu ayer borrado con mi boca;
tu cuerpo,
naciendo de nuevo en mis manos.

Torbellino de lascivia

Deja que te escriba un poema sin palabras,
versos de tierra y bruma,
letras de saliva escritas
en la cara oculta de la luna.
Deja que te ate a mi cuerpo,
convertido en el vendaval
que arrasa tus instintos,
que beba de tu cintura
hasta perder la conciencia,
que mi deseo encuentre
tus labios sellados con los mios.
Deja que te envuelva
este torbellino de lascivia,
que  te acoja,
te transporte...
Deja que tu sabor sea el mio
y que sólo después de amarte
me digas tu nombre.

Como si no hubiera un mañana

Como si no hubiera un mañana,
como si el ayer no existiese
y mis días sin amarte no fuesen nada
me hundo en el mar de tus ansias infinitas,
me hago piel,
me hago fuerza,
me deshago en tus pliegues
que renacen vestidos de  saliva.
Me ahogo
en el querer arrasar tus caderas,
y vuelvo a ser yo,
desbordado de tu aroma,
hecho a tu sabor y a tus laderas,
calma de respirarte,
deseo de saborearte sin prisa,
animal domado
de regreso a su guarida.

Desnuda

Desnuda.
Cubierto mi cuerpo de sueños,
de silencio, de distancia.
Refugiada en el viento que acerca,
impertinente y sensual,
tu recuerdo al borde de mi alma.
Desnuda.
Atrapada en la niebla de tus amaneceres tórridos
vencidos por mi calma,
mientras bebo de las curvas de tu espalda.
Desnuda.
Mis manos matando las horas eternas
en este no amarte que me vuelve loca,
en ese temblor de no encontrarte
en el morir sin remedio entre mis piernas.
Desnuda.
De memoria,
de carne domada y dura,
de no arrojarme de forma suicida
al precipicio insalvable de tu cintura,
de no saborear ni uno de tus besos.
Desnuda...
Esperando tu regreso.

Ese templo lejano

Mi cuerpo,
ese templo lejano
que adoras con devoción
pagana,
se recrea en ti.
En la carne que mi boca alcanza a besar,
en la piel que mis manos
mueren por abarcar,
en los silencios que en mi garganta,
cada vez que me amas,
haces quebrar.

Vuelves a mi cuerpo

Vuelves a mi cuerpo,
a mi cuerpo de piernas cerradas,
a ese vivir sin darme tregua
en cada una de mis mañanas.
Te abrazo,
me arrojo a la hoguera de tus labios
y al hacerlo,
la realidad no me devuelve más que aire.
Te encuentro
a cada paso que doy,
en caminos tortuosos,
en mares nunca surcados,
en este cuerpo marcado
por no haber sido devorado por tus labios.

Deseo volver a amarte

Deseo volver a amarte,
alimentarme de tu carne,
refugiarme entre tus pechos
y descansar,
tras haber sido dibujada por tus manos,
en la húmeda verdad de tu cintura.
Deseo mecerme,
libre, por fin,
en este otoño en el que deliro,
que desata aguaceros,
que funde tu cuerpo en el mio,
que me ata sin remedio a tu carne.

Lujuria envuelta en locura

Me abro paso
entre silencios,
miedos y soledades.
Dejo atrás lo que fui para ser yo,
convierto lo que fue mi vida en  instantes
y llego a ti
envuelta en desnudez y en voluntades.
Océano de deseo,
mar incompleto en el que anhelo ahogarme,
Lujuria envuelta en locura
y realidad hecha piel
en la que morir cada tarde.

Libro abierto

Libro abierto,
páginas en blanco.
Sobre el encendido papel de tu piel,
mis dedos dibujando
palabras no pronunciadas.
Letras que sangran,
tardes por escribir
al calor de prosa derramada.

Bañada en ti

Bañada en ti.
En el discurrir
suave de tu lengua.
Empapada en esos labios
que me embriagan
con su roce,
que abren noches,
cierran dudas.
Bañada en el cálido sentir
de ese cabalgar desnuda
sobre tus caderas,
acabar en la comisura de tu boca
con todas las esperas.
Bañada en tiempos deshechos,
en ese dejarme ir,
en tu soñar dormido
sobre el volcán de mi pecho.

El beso

El beso.
Ese fundirme en ti
sin abandonar mi cuerpo,
ese imaginar tu desnudez
más allá de tus medias.
Ese mundo que nace
tras cada mirada,
que te atraviesa,
en enfermizo viaje,
desde mis ojos cerrados
al arder de tu cama.
Esas medias que se bajan,
boca en la que muero,
mientras su ausencia
cubre mis labios de frío invierno.
Ese respirar tu aliento
y soñar,
cada vez que lo hago,
que no es un beso, es un comienzo.