sábado, 31 de marzo de 2012



Ayudo a llenar vacíos
con trabajo
y nostalgias con reflexiones serenas.
Una vez te dije que como tú, nadie.
Tras lo vivido sin ti,
los rincones de mi cuerpo,
heridos por el arma de tu ausencia,
sobreviven a la espera de tu próxima caricia.

viernes, 30 de marzo de 2012


Las sábanas blancas amortajan
nuestros cuerpos
extenuados.
Tu aliento,
en mis hombros desnudos,
me devuelve a la vida,
y me invita a devorar tu carne.



miércoles, 28 de marzo de 2012



Bañame en tu cuerpo,
recorre mi piel,
absorto,
con las yemas de tus dedos.
Quémame y,
cada mañana como el sol,
entra en mi cuerpo,
una y otra vez,
para llenarme de ti.
Para llenarme de vida.

martes, 27 de marzo de 2012



Libre entre las paredes de aire que me sirven de abrigo,
acariciando la tierra que me ata a mi realidad con firmeza,
desnuda frente a la nada que me inunda de tu ausencia,
sola hasta que el mundo se me antoje hermoso,
lejos de todo lo que no suponga olvidarte
para volver a ser yo misma.

lunes, 26 de marzo de 2012


Sin el calor de tu cuerpo;
alejada del roce de tu piel,
ajena al mundo que gira,
indiferente a mi angustia,
reposan en mi
los momentos en que me tu amor
empezó a hacerme daño.


domingo, 25 de marzo de 2012




Marca mi piel con tus labios turbios de deseo.
Mueve tus caderas,
al sensual compás de mi cuerpo
Llena de vida mi pechos,
con el calor de tu aliento.
Ilumina mi alma
con la luz de la luna
reflejada en tu mirada.

viernes, 23 de marzo de 2012

Una a una,
las partes que forman mi cuerpo
se convierten en racimo:
unido
por el deseo
de que me devores
poco a poco.
Dulce,
para que su sabor inunde tu boca,
tras embriagarte con el roce de mi piel.

jueves, 22 de marzo de 2012



Me desprendo de aquello que no me acerca a ti.
Me dejo llevar por los pasos que me guían
hasta tu piel.
Me desentiendo del mundo,
de sus días,
de sus noches...
De todo lo que no suponga verte reflejado
en el ardor de mi cuerpo.


MEMBRILLO II

No fue un encuentro casual entre dos canallas, sino el momento de saldar una cuenta hasta ese momento pendiente. Tras aquella noche huyó, permaneciendo unida al mundo tan solo por su ordenador y por la prensa; hasta que comprobó el escaso interés que suscitaba el hallazgo de un cadáver que, según el periodista que firmaba la crónica, pertenecía a un delincuente habitual y confidente.
Pero ya no aguanta más. Le ahoga esa sensación de sentirle lejos, de no poder tocarle, de obligarse a olvidar su cara. Por eso, y porque matar la ha llenado de una seguridad de la que siempre careció, nota que el suave toque de unas manos enguantadas en látex, que abren sus piernas para hundir los dedos dentro de su útero, despiertan su instinto. Y que, cuando las mismas manos, con otros guantes, separan los mechones de su pelo, es capaz de sentir algo más que una leve excitación que solapa cualquier otro sentimiento.
Ya en la habitación, todo le parece distinto. La cama resulta apetecible, las paredes rezuman limpieza, y un suave olor a ambientador la disfraza del nido que nunca es.
Le ve entrar, sonriente y nervioso, seguro de una relación reforzada en lugar de saltar en pedazos, como sería de esperar por la presión y la distancia.
Ambos piensan que, en situaciones determinadas, es suicida gastar el tiempo en palabras. Por eso, la locura les hace prescindir de todo menos de ellos mismos; dos cuerpos que se han de milimetrar con todos los sentidos, para vivir de ese recuerdo hasta la próxima cita. Se besan con la urgencia de quien tiene todo perdido, menos los labios del otro y, en ese momento, ella se siente culpable de haberse obligado a olvidar el sabor de su boca. Por eso se entrega en cuerpo y alma, recorriendo su espalda, recreándose en cada uno de los pliegues de su piel, haciéndolos suyos, si es que alguna vez dejaron de serlo, llenándose de su olor, obstinándose en abarcarlo con sus manos para retenerlo.

No tiene suficiente con acariciarlo una y otra vez, quiere alimentarse de él hasta quedar saciada. Por eso hunde la cabeza en su entrepierna, e intenta apoderarse de él con movimientos acompasados. Le excita ver cómo responde él, que con sus manos la coge suavemente del pelo para besarla; cómo se incorpora sobre la cama y, una vez sentado, aferra sus piernas de forma que rodeen su cuerpo. Ahora están los dos frente a frente, sin nada más que el deseo de encontrar sus respectivos fondos, de entrar en el cuerpo del otro hasta hacerse uno. Ya no importa el tiempo que les queda y, mientras él la sujeta por las caderas, ella se mueve al compás que marca el deseo de sentirle cada vez más dentro. Siente cómo su boca se adueña de sus pechos, y ella responde oprimiendo su pene con los músculos que están a punto de estallar en su vientre. No aguantan más y, en unos minutos, ambos se dejan caer sobre la cama, extenuados pero irremediablemente saciados.
Nunca se duchan, en un intento de vencer a una realidad que se impone, obligándoles a distanciarse. Ella mira el reloj con disimulo mientras le abraza. Al oído le susurra unas palabras, justo cuando la señal acústica indica que deben abandonar la estancia.
Él regresa a su celda, siguiendo el trayecto opuesto al que ella toma para abandonar el Centro. Piensa que la ama con todas sus fuerzas, y el pánico le invade cada vez que imagina que ella puede cansarse de esperar. Pero hoy sonríe, sonríe abiertamente, porque esa mujer le ha demostrado su amor matando al hombre que le delató a cambio de no entrar en la cárcel. Por fin, tras un mes de desconcierto, supo interpretar la misteriosa frase cuyo significado hasta entonces no había logrado entender.

martes, 20 de marzo de 2012

Mis piernas te envuelven,
ligeras,
egoístas
y sigilosas...
Te rodean
fuertes,
decididas
y hambrientas...
Entras irremediablemente
en la prisión de mi cuerpo.


lunes, 19 de marzo de 2012

Como una muñeca dócil
me entrego,
sin riesgo,
al vértigo de amarte sin descanso.
Mientras,
despiertas en mí
sueños que descansan,
en las esquinas de las horas en que te amo.
 

domingo, 18 de marzo de 2012

Tu boca,
esa cueva inmensa
que me abraza,
me acaricia,
me acorrala...
Que me dibuja firme
y egoísta...
Exhalo mi muerte
cuando tus labios,
irreverentes,
recorren mi cuerpo.


jueves, 15 de marzo de 2012


Vivo cada día
respirando el aire que dejaste hilvanado en las costuras de mi piel.







Acerca tu cuerpo a mis sentidos,
convierte tu calma en un beso,
grita tu vacío sin palabras...
Cambia el mundo cuando,
por fin,
abras mi piel.







Viví tus días
hasta que empecé a sentir que conocer tu cuerpo,
convertía en eterna
cada una de mis noches.

martes, 13 de marzo de 2012



   
Mataría por saciar el hambre que tengo de,
tí hundiendo mi boca en tus caderas,
desnudandote mientras sueñas que me desnudas,
amandote como nunca amé a ningún hombre.




Tus labios me hablan,
me susurran,
me gritan y me callan.
Mis labios se cierran,
rotundos y dominantes,
para dejar hablar a tu entrepierna.






Tu lengua recorre incansable mi cuerpo,
hasta convertirlo en agua.

sábado, 10 de marzo de 2012

EL MIEDO

Parte de su vida se entiende desde el miedo, miedo a un futuro al que dejó de temer cuando empezó a vivir, miedo a unos estudios que le costó acabar hasta que dejó de tener miedo. Ahora, sumida en una relación con el miedo al servicio del placer, es otra persona; una persona diferente que nada tiene que ver con la adolescente que, harta de una familia a la que no la unía más que un techo, abandonó su casa el mismo día que cumplió dieciocho años. Ahora, con veinte años más y un cuerpo moldeado a fuerza de batallas perdidas, tiene presente que hasta llegar a su habitación, ha dejado en el umbral aquello que fue, para convertirse en lo que es ahora, una mujer a la que la ausencia de temor ha transformado en alguien totalmente nuevo.
Como siempre, prescinde de todo lo que no sea el cuerpo que descansa en la cama desbordado por el deseo, y deja que él la desvista, para que su desnudez llene la habitación decorada en tonos suaves, contrastando su piel oscura con la luminosidad de las sábanas. Se deja caer con suavidad después de sentir el primer beso, ese beso que nunca deja de conmoverla y, con los ojos cerrados, siente cómo saborean su piel con el deleite de quien lo hace por primera vez. Del interior de una bolsa que reposa en una de las mesillas de noche saca un antifaz y lo entrega para que le tapen los ojos. A partir de ese momento todo discurrirá prescindiendo de uno de sus sentidos, obligándose a racionalizar el miedo. Sin poder ver, percibe cómo sus manos recorren lentamente su cuerpo, deteniéndose en su ombligo. Tras las primeras caricias permitirá que una cuerda rodee su torso, dejando libre el espacio de sus pechos que, comprimidos, aumentan su tamaño.
En el silencio, el frío metálico que oprime sus muñecas le hace imaginar a ese hombre recolocando, a través de las rejas del cabezal metálico, la cadena que une las esposas. Le excita sentirse libre pero inmovilizada, atada pero dominante, carnal pero ritual; le ayuda a entregarse el tiempo que dedican esas manos a moldearla, para finalmente hacerla ella misma. Sin ver, sin tocar, siente con la intensidad de aquellas personas que, carentes de algún sentido, desarrollan los que tienen intactos. Nota su lengua acercándose a todos los rincones de su cuerpo, para detenerse en sus pechos, comprimidos y sensibles. Nota cómo abren sus piernas y que una boca se sumerge en su vientre con tanta dedicación que la hace temblar. Recibe aquellas manos que la exploran con tanta energía que descomponen sus paredes en partes perfectamente delimitadas y que, hasta ese momento, permanecían dormidas. Esas manos que abren, que aprietan, que buscan, que elevan su cuerpo para girarlo y encajarlo entre sus caderas. Las mismas manos que firmes y ganando terreno a la piel que ciñen, retiran con fuerza las cuerdas que delimitan, que hieren y que liberan en el momento en que logra vencerse a sí misma, haciendo saltar el miedo y el dolor hecho pedazos.
Por fin, se deshacen, varían su forma y su origen, se transforman en agua y sudor, en placer y dolor, mezclados hasta fundirse en uno durante los segundos que dura su orgasmo. Los jirones de piel que se esparcen por la habitación vuelven a sus respectivos cuerpos, como siempre, cuando ella vuelve a estar libre de ataduras.
Piensa mientras conduce. Fuera de esa habitación, volverán a ser dos desconocidos. Recuerda que su historia de amor se reduce a una hora al mes y piensa que, a  pesar del dolor, se dejaría matar de nuevo hasta quedar saciada del placer que, desde hoy, ocupa el lugar del miedo.

viernes, 9 de marzo de 2012



Me hiciste morir cada vez que no pensaste en mí,
que silenciaste mis besos sobre otros labios,
que me amaste en distintos cuerpos,
que olvidaste mi nombre entre otros versos.




Distante,
casi acorralada,
sin apenas ayuda... se inclina y le mira fijamente.
Su olor la penetra atravesando su vestido negro,
sonríe mientras trenza sus cabellos y a la vez pasa la lengua por sus labios.
Se vuelve a acomodar en la silla y mueve la pieza mientras sonríe.
Acaba de ganar la partida y no puede evitar decirle en voz alta: jaque al rey.



Necesito que estalles dentro de mi vientre, 
que borres de mi vida al resto de los hombres, 
que revuelvas de forma imprevisible mi cama, 
que una hora buceando en mi cuerpo no te sobre.

sábado, 3 de marzo de 2012

LOS PERDEDORES

Mira el reloj y resta las horas que le quedan para saborear su nueva vida.
Atrás quedarán los años marcados por visitas a los comedores sociales, noches sin dormir descansando en cualquier banco a la espera de otro día fuera del paraíso. Pero desde hace un año ya no es así. En uno de aquellos días llenos de horas, conoció a un compatriota, y nunca antes su facilidad para acercarse a los animales, le  acercó tanto a su dueño.
Primero fueron pequeñas ayudas en forma de dinero, más tarde la dirección de un piso compartido que le ayudó a sobrevivir alejado de las calles y haciendo trabajos puntuales.
Hasta que fue a aquella cena. En su casa, un piso acogedor que compartía con su perro, le propuso trabajar con él en serio y de forma continuada. No tenía nada que perder, por eso sus días se dividieron, a partir de entonces, en obras esporádicas, robos a joyerías planeados al milímetro y en tratar de saber si los ojos de ese hombre decían lo mismo que los suyos.
Meses después, la necesidad de permanecer inactivos tras un atraco les obligó a ocultarse en un pequeño apartamento de un pueblo costero  para pasar desapercibidos.
Fue necesario ingerir media botella de vodka, y acercarse a lugares donde los hombres amaban de forma explícita a otros hombres, para hacer acopio de la valentía que requería estar con él, pero no fue necesario pedírselo; esa noche, por fin, se encontró a sí mismo en otro cuerpo desnudo. Le acarició hasta que sus manos se fundieron con su piel; le besó para no olvidar el sabor de su carne; desmadejó su cuerpo bebiendo de él; midió el universo que se ocultaba entre sus piernas para hacerlo suyo, de su boca, de sus manos, de su alma. Y después se dejó hacer, hundiendo su cabeza en la almohada, sintiendo su aliento, su saliva y, por fin, sintiéndole a él encajado en su espalda,  incrustándose en la parte baja de la columna vertebral, haciendo que el mundo girase en su interior a la velocidad de sus gemidos. Así hasta que se cansaron, hasta que cayeron rendidos de tanto amarse, pensando que  cada beso era el último que se daban.
Agotaron tres semanas, en las que se aprendieron el uno al otro hasta convertirse sólo en uno, tres semanas en las que el mundo había dejado de ser blanco y negro para ser un lugar lleno de vida.
Aquella tarde, con los relojes sincronizados, quedaron con un tercer hombre en la plaza de una ciudad de provincias, rebosante en un día de fiesta con comercios abiertos. A la hora convenida, y por caminos distintos, dos de ellos entraron en la joyería tras hacer estallar una ristra de petardos, aprovechando el bullicio.
En el interior del establecimiento, y a punta de pistola, sabían que tenían dos minutos para salir con la mercancía. Actuaron con tanta rapidez que el tiempo se reveló exagerado. Sin mediar palabra, salieron a cara descubierta, cada uno en una dirección distinta. Del paso de los tres hombres por la plaza, donde el ruido de las pequeñas explosiones atraía la atención de todos los que la transitaban, tan sólo quedó un cartel negro cubriendo los escaparates de la joyería y que rezaba: “NO A LA SUBIDA DE IMPUESTOS”. Pasaron doce horas hasta que los tres, desde puntos distintos, emprendieron el camino que volvería a reunirlos. Nervioso, mira el reloj y cuenta las horas que le quedan para saborear su nueva vida, para volver a reflejarse en la oscuridad de esos ojos inmensos, para sentirle dentro, tan dentro, que la profundidad de ese amor le haga prescindir de todo lo que no sea ellos mismos.

jueves, 1 de marzo de 2012

Regresa al silencio que te envolvía antes de amarme,
rodea tu memoria de todo aquello que te aleje de mi.
Vuelve a vivir el tiempo
matando las horas que te puedan acercar a mi.




Desde su corazón oyó
como la voz que hasta entonces le susurraba,
llamaba a gritos
a un hombre distinto al que ocupaba su cama.