Tu cuello ...

Tu cuello,
camino que palpita,
que me empuja,
me hechiza,
que aparta,
tembloroso mis sentidos
de cualquier senda
que no termine
en tu pecho,
único nido,
carnal lecho,
alimento que no sacia,
templo carnal de mis credos.

No importa que amanezca ...

No importa que amanezca,
que el sol entre por la ventana
o que la mañana venza.
Sólo tu cuerpo a mi lado,
libre de cualquier otro abrazo,
me hará vivir el momento
de sentir como tus manos
me despiertan sin palabras,
y envuelven todos mis lados,
para acortar la distancia
entre mi piel dormida y tu carne.

Hagamos un trato

Hagamos un trato:
Yo me recreo en tus esquinas,
tu te adentras en mi mundo
para conocer todos sus lados.
Yo te enseño
las caricias que tu piel
siempre ha soñado,
tu te recoges
en mi vientre hasta
que llegue el verano.
Yo me alimento
de tus años,
tu dibujas mis paisajes.
Yo te enseño
a volar con mis alas,
tu te envuelves en mi pecho,
y llenas de ti
las paredes de mi cuerpo.

Ven, acercate a mi cuerpo ...

Ven,
acercate a mi cuerpo,
recoge con tus manos
mi deseo de sentir,
hecho pedazos.
Cubre
mi piel para descubrir
mi alma,
consume ese fuego
que me quema,
hasta ahogarme
en el mar de tus sábanas.

Deja que mi boca ...

Deja
que mi boca te rinda,
te agote,
te lleve al cielo,
te derrote.
Me llevo,
sin perder más la vida,
esa esencia que me llena,
que me inunda,
que nos une y hace libres.

Te dibujo ...

Te dibujo
con el pincel carnal
de mi lengua,
no para convertirte en arte,
ni para eclipsar tu recuerdo
desbordando mi ausencia
mientras me devora la noche
bajo el resplandor de la luna.
Te cincelo con todo mi cuerpo
para aprender
a amarte a solas,
para no sentir tu despedida,
y para convertirte en diosa.

Me reflejo ...

Me reflejo
en la soledad de mi cuerpo,
en el desierto
de mi piel envejecida,
de repente,
cuando tus manos
se apearon del viaje
que iba de mi espalda
a tu miedo,
de mis caderas al cielo.

Ya no hay huellas
en mi pecho,
ya tu boca no abarca
tu deseo y mis silencios,
ya no queda nada
que no sea tu recuerdo.

De regreso a mi cuerpo ...

De regreso a mi cuerpo
a través del espejo.
Sin poder explicar cómo
en este viaje,
no veré más país,
ni desearé más equipaje
que tu boca,
que tu lengua,
que tu vida,
entre el muro de mis piernas.

Arden las sábanas ...

Arden las sábanas
como si fueran infierno.
Espero
tener más vidas
para aprender,
cada tarde,
los rincones más oscuros
de tu cuerpo.
Descanso
desnuda a tu lado
llena de tu calor,
ajena al invierno.

Siento ...

Siento
tu carne
sobre mis labios.
La caricia de tu piel
me libera,
tu desnudez
hace que mi alma resbale.
Me convierto en agua
en un instante.
Llego hasta ti
sin ni siquiera
saber si amanece.

Me deslizo ...

 
Me deslizo
por el tobogán de tu espalda.
Recorro
las curvas de tu piel
y me someto
al castigo de esa tormenta
que es tu cuerpo,
como mi único alimento.

Blanco ...

Blanco
tu cuerpo de diosa,
blanco
el color de tus besos.
El matiz
de tu piel me deslumbra,
me hace enmudecer,
me desnuda.
Blanco,
color de mi miedo,
de la escalera de tu piernas
que me llevan al cielo.

Tras tu piel ...

Tras tu piel
me deslizo, felina,
para alcanzar
la carne que me alimenta,
que me libera,
que me da vida.
Me derramaré en ti,
y me haré dueña de tu cuerpo,
y ama de mi locura.

Ardo en tu calor ...

Ardo en tu calor,
me llenas de vida,
me inundas.
Deshaces
todos mis nudos,
revelas
en mi piel
todos tus secretos.
Vigilas
mis sueños eternos,
enderezas
todas mis curvas.

No hay más mundo...

No hay más mundo
para mis labios
que tu cuerpo sobre mi lecho.
No deseo
abrir más equipaje,
que los pliegues de tu piel
si despierto de mi sueño.
Ni dormir
en otro suelo
que tu vientre desnudo
hasta beber todos tus miedos.

Ante mí ...

Ante mí
la poesía de tu cuerpo.
Palabras escritas
con el calor de mi aliento
sobre esa piel,
que despierta
mi anhelo de amarte.
Repaso uno a uno,
los pliegues de tu deseo,
tras el que se esconde
el secreto de mis rimas.

Te acercas.

Te acercas.
Sin miedo,
me entrego a ti,
libro de carne
en el que escribo este acto.
Y cuando el cansancio
pueda más que tu deseo
te seguiré amando sin tregua,
desde el lugar
donde cada noche
te espero, escondida.

Me alejo de ti.

Me alejo de ti.
Recorro
beso a beso,
el ardiente desierto
de tu olvido,
con mis pies descalzos.
De regreso a mi piel,
no encuentro más consuelo
que volver a otro tiempo
y rehabitar viejos cuerpos.

Me venciste ...

Me venciste
en todos mis sueños.
Ganaste la batalla
a mi deseo de olvidarte,
de no probar tu cuerpo,
de no sentirte dentro.
Me derrotaste
palabra a palabra,
cada madrugada.
No me queda más
que dejarme morir,
vacía de ti,
a las puertas del miedo.

Recogí mis alas ...

Recogí mis alas
para volver
a ser un ángel.
Me fui sin decir adiós,
sin probar tu carne,
sin morir
tras saciarme de tu veneno.
Preferí no volver a mirarte,
nunca oír tu voz...
Volver, derrotada,
al frío cielo
de los cuerpos que nunca aman.

Deja ...

Deja
que sienta cómo naces
en mis brazos enredado,
cómo creces en mi piel,
al abrigo de la poesía
de mis manos.

Deja
que cada noche
recorra tu cuerpo a nado,
que me columpie
en tu risa,
que tus dedos no sean extraños.

 

Deja
que me sorprenda tu cuerpo,
durmiendo sobre tu pecho,
que me despierte el día
derramada en tu lecho.

Recorrí el mundo ...

Recorrí el mundo
y alejé de mí
lo que no llevase tu nombre.
Me dejé llevar
aquella tarde,
por el vaivén de tu cuerpo,
por el temblar de tus labios.
Y no hubo más mañana
que un verso sin rima,
que el invierno
sobre la piel de mi alma.

No me visten tus besos ...

No me visten tus besos
ni me desnudan tus manos.
No me acarician tus ojos
ni me susurran tus labios.
Nada de lo que escondes
recorrerá distancias.
No dibujarás con tus dedos
mi cuerpo enredado en tu cama.

Convertí en palabras ...

Convertí en palabras
todos los silencios.
Conocí
la madrugada
envuelto en sueños.
Hice un muro
entre el mundo
y nuestros cuerpos.
Sin importarme nada más
que permanecer
para siempre,
atrincherado entre tus besos.

Explota el mundo ...

Explota el mundo
entre tus caderas.
Mientras mis manos
abarcan, firmes
el atlas carnal
que recorro con mis labios.
No encuentro más certeza
que el sabor de tu carne,
mezclada con mi ansia
de sumergirme
en el mar de tu vientre.

Te albergo ...

Te albergo,
me someto
a los restos
de tus besos,
tus deseos,
tus recuerdos.
Te alejas de mí,
de mi cuerpo,
de mis versos,
de ese camino labrado
en la desnudez de tu cuerpo.

Inundaste mi cuerpo ...

Inundaste mi cuerpo
con la fuerza
de una tormenta.
No me queda más
que recrear en mi memoria
el paso de tu nube,
la descarga de tu cielo
y el sabor amargo
de tu lluvia
alimentando mis sueños.

Te acaricio.

Te acaricio.
Me deslizo sobre tu piel,
en un sórdido anhelo
por aprender tu cuerpo,
por controlar los daños.
Mereces sentirme,
volcado mi deseo
en el tiempo
en que me someto
al dictado de tus labios.