Estos labios

Estos labios
deben probar el mejor vino,
sentir que
de cualquier piel que tocan,
son abrigo.
Estos labios
que te besan
y dan vida,
que no dan una noche
a tu lado por perdida…
Que guardan secretos
y recogen
los pedazos de mi cuerpo,
cada vez que se rompe
con uno de mis besos.

Pasión.

Pasión.
Verdades que se enredan,
besos que arden,
pieles que queman.
Bocas que hablan a quemarropa,
aire que falta,
esperas rotas.
Pasion.
Carne abierta,
suave caricia
de mi mano entre tus piernas.
Cerrar los ojos,
nacer en tu cuerpo
y atarme a ti,
con sensual cadena,
para crecer atada a ti,

suave enredadera.

De espaldas al mundo.

 

De espaldas al mundo,
conjurando mis miedos
tras saber que nada es una isla,
que nunca serán tus manos las que me vistan.

Hundida en los restos del paraíso
que ayer limitaron nuestros cuerpos,
lucho por matar el recuerdo de tu boca
con el deseo como permiso,

abriéndose paso entre mis piernas,
apartando carne, deshaciendo olvidos.

Me desespero por arrancar de mi memoria
tus labios envolviendo mis pechos,
todas las horas inciertas,
el momento en que creciste en  mi noche
hasta convertirte en inmenso.

Me envuelvo en la locura
de esta habitación que es desierto,
en este cuerpo que agoniza
ajeno a todo, fuera de sí,
y de los limites húmedos de un sueño.

Frente tu olvido

Frente al espejo
las mismas noches,
los mismos lugares,
los mismos rincones
que ahora llenan los reproches.
Frente tu olvido,
mis manos sustituyen tu cuerpo,
encierran tus caricias,
me regresan a los amaneceres
en los que rompimos silencios.
Evocando el momento en que templamos labios,

arrasamos nuestras carnes
y ahogamos en gemidos nuestros miedos.

Habrá que abrir fuego

Apetece acariciar,

una a una, las cicatrices
que en mis paredes dejaron
la bomba y la metralla.
Dejarse caer, en esos instantes
en los que las nubes se alejan
y el corazón estalla.

Leer, como los ciegos,
los capítulos de ese libro
de final incierto,

 alisar nuestras arrugas
y empezar de nuevo.

Habrá que volver a verte
desdibujada tu sonrisa
por el frío viento del norte,
convertir mi vientre
en tu sensual soporte.

Habrá que abrir fuego
y lentamente,
desnudarnos de nuevo. 

Deja que te desnude

Deja que te desnude,
que pueda amarte,
que mi deseo a tu cuerpo se anude
y quede preso del sabor de tu carne.

Deja que sucumba a esta noche de luna llena,
al morir de la tarde y mi voz
cada vez que tus labios me besan.

Deja que te conozca a través de mis sentidos,
que el sudor que te cubra sea el mio,
que me embriague tu sabor a vino,
que arranque telas,
levante vientos...
Deja que cuando deje de amarte
no conozcas tu cuerpo.

Fiebre

Fiebre
que me arrebata,
me eleva,
me abrasa,
me libera…

Fiebre
en la que ardo lentamente,
al paso de tus manos…
Que inunda mi frente,
reinventa mis sueños,
que me rompe en el delirio
de sentir tu roce
como hierro candente.

Fiebre,
esa líquida sensación
de sentir que me abraso,

y al mirarte,
temblar de frío.

Botella vacía

Predecible encontrar tu recuerdo en cada botella,
enfermar en cada trago
por no beber más licor que tu ausencia.

Incomprensible tristeza,
mi pecho herido
por los tragos de tu abandono.
Irremediable locura
ver mi cuerpo,
ayer empapado de tu saliva,
y hoy nada más que noche oscura.

Inolvidable silencio,
mi boca entreabierta,
la cama desierta,
y el despertar al calor de una botella vacía.