Sentir sin tus manos,
revivir mis silencios,
envolverme en tu ausencia.
Soñar que me besas,
dormir sin tu piel,
amar con pereza.

Siento que abres,
que me dejas,
que me tienes.
Que sonries,
que respiras,
que me sientes.
Llego al cielo
con tu fuego en mi cuerpo.

Mi cuerpo se ensancha,
caprichoso,
mientras me ahogo
en tu recuerdo.
El agua,
colchón tibio
que acaricia mi piel,
sustituye tus manos ausentes.

Dibujaste tu cuerpo
para poder olvidar mis manos.
Ocultaste,
bajo una máscara,
las huellas de mi paso
por tu piel.
Olvidarme te hizo libre,
y enseñarme a amarte
me convirtió en esclavo.

Existe un solo lugar
donde el mundo es paraíso.
Los secretos de tu cuerpo
me descubren,
que pecar es la única forma
que tengo de llegar al cielo.

Escucho el latido
acelerado de tu corazón.
Respiro
la humedad de tu aliento
sobre mis hombros.
Me ahogo en el placer
que alimenta mis piernas,
abiertas para recibir tu cuerpo.

Felinos,
mis ojos
se clavan en tu mirada.
Mientras,
mi desnudez
te llena de deseo...
Te acercas
para recrearte en mi piel,
que aguarda,
sigilosa,
el calor de tus besos.

Dejé mi cuerpo,
mi vida,
mi desierto,
para reflejarme en ti...
En tu alma,
en tu memoria,
en tu deseo...
y en los besos que te nunca te di.

Atada a mi deseo.
A mis sueños.
A mi realidad sin ti.
Atada a unas sábanas
que gritan,
en tu ausencia,
las caricias
que abonaron mi cuerpo.
Atada a ti.

Bailo.
Y tus ojos miran
el dibujo de mi cuerpo,
desbordado de deseo.
Tras los cristales
la luna espera,
en silencio,
que des vida a mi piel
con el calor de tus besos.

Vuelves a mi cuerpo
en todos los sueños.
Te abrazo con fervor,
aunque al hacerlo
no encuentre más que aire.
Te encuentro
a cada paso que doy,
aunque no necesite moverme,
para regresar a ti.

Rompe las cadenas
que me atan,
sin remedio,
a otras vidas
de las que estás ausente.
Haz que tus besos me anclen,
suavemente,
al momento en que iluminas mi cuerpo,
cada vez que me amas.

Deseo volver a mi niñez.
Alimentarme de tu carne;
refugiarme entre tus pechos,
descansar en tu cintura.
Y mecerme,
libre, por fin,
en el columpio que descansa,
en el cielo de tus piernas.

Me abro paso
entre silencios,
miedos
y soledades.
Dejo atrás todo lo que fui,
para ser yo
y llegar a ti.
Mi único mar de deseo,
envuelto en piel.

La tela cubre tu piel
a la espera de que mis manos,
libres de todo
menos del ansia de amarte,
se dibujen sobre ti,
y te acaricien
en forma de lluvia.

Me sumerjo en la locura
de besarte.
Me aislo del mundo
para bucear,
absorto,
en la profundidad
de tus caderas...
Para volver a vivir,
en mi cordura,
el delirio de amarte.

Me abandono
al recuerdo de tu piel.
A las caricias de tus palabras,
al adiós definitivo
de tu cuerpo derrotado.
Al silencio de tu mirada,
limpia de miedos.
A ese caminar
por mi memoria,
con tus manos.
Te abandono.

La luna acaricia,
cuidadosa,
tu piel cubierta de noche.
Me recreo en tus limites,
suaves y llenos de vida.
Te haces carne,
en el silencio,
para llenarte de mi
y nacer de nuevo.

Descanso,
perezosa,
en la playa de tu recuerdo.
Me arrastran hasta ella
tus suspiros,
tus abrazos,
tus silencios...
Llegué hasta ti
envuelta en deseo,
y me alejaré
despacio,
cubierta por la sal de tu cuerpo.

Miro un instante
el regalo de tu cuerpo,
que se antoja irresistible.
Me acerco,
con calma,
para saciar la sed
de tu ausencia.
Me convierto en tu mano
para adueñarme de tu piel,
y morir en ti.

Caigo,
insistente,
sobre el mapa de tu piel.
Recorro,
poco a poco,
los lugares sagrados de tu cuerpo.
Conozco,
por fin,
el placer que supone,
entrar en un templo creado por los dioses.

Tus curvas,
caminos tortuosos
que tuercen mi voluntad.
Te imagino
y te tengo,
te acaricio
y te pierdo.
Me someto al deseo de amarte
y regreso siempre,
para sentirme tuyo
y así,
dominarte.

Tu seda,
mi piel.
Tu deseo,
mi lujuria.
Mis gemidos,
tu silencio.
Mi éxtasis,
tu cuerpo.

Derribaré murallas,
profanaré templos,
hasta llegar a ti.
Allanaré tu cuerpo
con mis manos y,
sigilosamente,
reconstruiré sus limites,
para volver a conquistarlo.

Tu cuerpo me somete,
me hace libre,
me enloquece.
Ardo en deseos
de besar tu cuello,
de redibujar tu cuerpo.
Me adentro,
tenaz,
en tus caderas y,
anidando entre tus piernas
consigo acariciar el cielo.

Alejo el sueño de tus ojos.
Aparto de ti
el miedo que te invade.
Acerco mis labios
para besar tu cuerpo,
para deshacer silencios.
Para amarte sin agravios.

Abre mis manos...
Aparta de mi cualquier recuerdo,
toda memoria.
Déjame indefensa...
Sin nada más que mi piel,
despierta para sentir,
tu líquido calor
entrando en mi cuerpo.

Me doblegaste a tu voluntad.
Y te devolví mi sumisión
en forma de piel y cuero.
Te amé,
como nunca nadie lo hizo.
Y te sometí a mi deseo
de hacerte eternamente libre.

Existe un solo lugar
donde el mundo es paraíso.
Los secretos de tu cuerpo
me descubren,
que pecar es la única forma
que tengo de llegar al cielo.

Amame.
Sin más límites
que tu boca alimentando
mi carne.
Respira
el aire que envuelve
el calor de mis caderas,
hasta llenarte de mi.
Hasta llenarte de vida.

Me baño en ti.
En el recuerdo
de tus noches blancas.
Me abandono
en la evocación
de tu cuerpo liberado.
Entras hasta el alma,
tras recorrer mi piel enamorada.