Resurrección.

Llegar a ti
con el corazón
desterrado de mi pecho.
Con mi boca,
desgranada sobre tu piel,
en interminable rosario.
Y mis manos,
midiendo tu crecida
entre mis dedos,
en eterno rezo.
Llegar a ti
tras morir una vida entera,
para resucitar
en el trecho que separa
el primer beso,
del último latir de tus caderas.

Que aún quede lugar para grabar tus letras a fuego.

Que aún quede lugar para grabar tus letras a fuego.

Fiebre

Fiebre

que me arrebata,

me eleva,

me abrasa,

me libera.

Fiebre

en la que ardo lentamente,

al paso de tus manos.

Fiebre

que inunda mi frente,

reinventa sueños,

que me rompe en el delirio

de sentir tu roce

como hierro candente.

Fiebre,

esa líquida sensación

de sentir que me quemo y al mirarte,

temblar de frío.

En la hoguera de tu piel dormida.

En la hoguera de tu piel dormida.

En las indelebles marcas que el deseo deja.

En las indelebles marcas que el deseo deja.

En el altar profano de tu almohada.

En el altar profano de tu almohada.