Tinieblas.

Tinieblas.
Mirarte con mis manos
y caminar a tientas.
Acariciarte sin prisa
por fuera y por dentro.
Trazar con mis dedos
el anhelado sendero
que va desde tu boca,
al último rincón de mi cuerpo.
Esperar,
mientras huye la noche,
tu gemir como derroche
y hacerme un hueco,
entre tu piel y mis anhelos.

Sensuales grietas envueltas en calma

Sensuales grietas envueltas en calma.

Sensual y pecadora.

Sensual y pecadora,
incumpliré todas las leyes
que me impidan amarte.
Viviré cada momento,
convertiré en milagro
tu descenso a mi infierno.
Comerás de mi carne
y te embriagarás con mi vino,
haré que todo lo humano
se convierta en divino.
Te amaré sobre todas las cosas,
leeré sobre tu piel
mi más sacrílega prosa
y beberé,
irreverente y atrevida,
del único manantial que me da la vida.

Fiebre.

Fiebre
que me arrebata,
me eleva,
me abrasa,
me libera,
en la que ardo lentamente,
al paso de tus manos.
Fiebre
que inunda mi frente,
reinventa sueños,
que me rompe en el delirio
de sentir tu roce
como hierro candente.
Líquida sensación
de sentir que me quemo,
y al mirarte,
temblar de frío.

De ráfaga súbita.

Fuerte,
tempestuosa,
de ráfaga súbita.
Encontrando tu huella
en todas mis lagunas.
Apasionada,
firme,
de soledades abiertas
y caderas hambrientas.
Imprevisible,
carnal,
convirtiendo deseo
en inevitable manantial.
Caótica,
precisa,
midiendo mis angustias,
acechando tus noches,
para beberte sin prisa.

 

Morir en tus labios

Morir en tus labios,
como muere el sol,
resignado en el ocaso.
Acercarme y beber de tu piel,
comulgando en carnal ceremonia
y llegar a ti,
sin más que la sed de amarte
en mi memoria.
Tocarte y envenenarme,
dejar de ser yo en ese instante
en que te acaricio,
y te aprendo para no olvidarte.

Déjame

Deja que esta noche
te inunden mis mareas,
el agua de mi oasis,
y que esta travesía mágica y sensual,
acabe en el solsticio de tus caderas.
Que este fuego que me quema nos lleve,
sin salir de nuestro cuerpo,
a las estrellas.
Déjame, por esta noche,
ser luna y besar tu cuerpo,
acariciarte con mi luz,
hecho destellos,
sobre la arena de tu desierto.

En la humedad de tu embrujo

Se acerca el momento,
mi caricia es sutil,
tu cuerpo, mi sueño.
Se acerca la hora
de vaciarme de deseos,
de dejarme morir
en el volcán de tu pecho.
Se acercan mis labios a los tuyos,
para negar promesas,
encarnar susurros,
y amanecer
en la humedad de tu embrujo.

Sin más limites que tu boca alimentando mi carne

Sin más limites que tu boca alimentando mi carne.

Bajo tu cuerpo.

Bajo tu cuerpo,
sin más peso
que la carne que acelera mi pulso,
y me deja sin aliento.
Sin otro amanecer
que encerrarme en tus latidos.
Mis manos, pasión a tientas,
tu cuerpo, dentro del mío.
Sin distancia,
marcando las caricias,
deseando verte naufragar
en el mar abierto que inunda mis piernas.

Percibir tu aroma.

Percibir tu aroma
como las cenizas se presagian
cuando nos consume el fuego.
Colmar mi deseo de respirarte,
de embriagarme de ti,
de romper mis labios
en las cimas de tus pechos.

Sentir la tormenta fluir por mis venas
y descargar el vendaval,
deseo desbocado,
en ese dejarme ir,
entre mis embestidas y tu firmeza.

Sin miedo.

Sin medida,
sin lugar para esconderte,
tras otra guerra vencida.
Sin miedo,
sin otro sabor que tus dedos
mezclados con mi sudor,
empapados tus labios,
despertando mi celo.
Sin leyes,
amando sin tregua,
derribando mis paredes,
sembrando mi cuerpo,
ardiendo tu vientre.

Al calor de mi pecho.

Bajo el cielo,
campo abierto,
tu cuerpo, deseo que arde,
la tierra fértil, mi lecho.
Entre mis piernas te siento,
cedo al roce de tu piel,
me recojo,
me hago tiempo.
Vuelvo a ser yo,
bajo el sensual movimiento
que te encierra
entre mis muslos en celo,
y el morir al calor de mi pecho.

Enveneno recuerdos.

Me recreo un instante
en ese no tener tu cuerpo.
Deshago sueños,
y en mis manos los moldeo
para saciar la sed de tu ausencia.
Respiro silencios,
y enveneno recuerdos,
y en este juego solitario
que me lleva a morir en ti,
siempre pierdo.

Sin que puedas escoger entre el amor o la herida

Sin que puedas escoger entre el amor o la herida.

En el infierno de tu carne

En el infierno de tu carne.

Me hundo en todos tus rincones.

Recorro tu cuerpo
guiado por la carnal brújula
de mis instintos,
y dibujo el mapa de tus caderas,
con el compás impúdico
de mis boca.
Me hundo en todos tus rincones,
sin que este naufragio,
en el océano de tu carne,
me acerque a otra orilla
que no sea tus labios.