Locura

 

 

Locura,
pasión que corroe mi alma,
mi cuerpo y mis sentidos,
que transforma en uno
nuestros latidos.

Locura que me invade,
arrecia en la tormenta,
que hiere,
que atraviesa,
que me abate.

Locura que me hace libre,
me obsesiona,
me alimenta,
me quema al recorrer mis venas,
y mientras me inunda, fermenta.

 

 

 

Herida que nunca me mata

En la tormenta,
el temporal estallando
entre mis piernas abiertas,
mi espalda tu espejo,
mi pecho ese cielo
que tocan tus dedos.

En la galerna,
mi cintura requiebra,
tus piernas me anclan,
tu nalgas me atan al mundo,
mientras tu cuerda se tensa.

En la ventana,
el cristal de tus labios
me empaña,
me corta,
frío y duro
atraviesa mi cuerpo,
herida que nunca me mata.

 

 

 

Cima inalcanzable

Ascender,
imprudente,
por las embriagadoras laderas de tu cuerpo.
Llegar,
exhausto y sediento,
al deseado manantial de tu pecho.
Coronar,
la ardiente cima de tu cuello
y descender,
tras haber perdido la calma,
por la desconocida ruta de tu espalda.
Dejar mi bandera,
mecida por el viento de tus labios,
en la cima inalcanzable de tus piernas.

Negro

Negro absoluto,
noches inciertas,
medias de seda,
vientre desnudo.
Color del ayer,
duras esquinas
de cama desierta,
de palabras no dichas,
de tu ausencia entre mis piernas.

Negro escrito sobre cristales
de ventanas cerradas,
de paredes que gritan
al amparo de una mirada.
De tu carne ardiendo
al fuego lento de mis labios,
de esa oscuridad que se hace lluvia
en nuestras caderas selladas.

Abarco el mundo entre mis dedos

Abarco el mundo entre mis dedos,
someto el delicado nacer
de mi tormenta
al sentir tu latir entre mis manos.
Nada se extiende más allá
de mi lecho y sus silencios,
de mi cuerpo y su delirio,
de ese deseo
por sentirme dentro.

Embrujo

Se acerca el momento,
mi caricia es sutil,
tu cuerpo, mi sueño.
Se acerca la hora
de vaciarme de deseos,
de dejarme morir
en el volcán de tu pecho.
Se acercan mis labios a los tuyos,
para negar promesas,
encarnar susurros,
y amanecer en ti
creciendo en la humedad de tu embrujo.

Déjame

Déjame,
por esta noche
ser luna y besar tu cuerpo.
Acariciarte con mi luz,
amarte hecho destellos
sobre la arena del desierto.

Déjame que esta noche
te inunden mis mareas,
el agua de mi oasis,
que esta travesía mágica y sensual
acabe en el solsticio de tus caderas.

Déjame
que este  infierno de deseo que me quema
nos lleve,
sin salir de nuestros cuerpos, a las estrellas.

 

 

 

Morir en tus labios

Morir en tus labios.
Como muere el sol
resignado en el ocaso.
Acercarme y beber de tu piel,
comulgando en carnal ceremonia,
y llegar a ti
sin más que la sed de amarte
en mi memoria.
Tocarte y envenenarme,
dejar de ser yo en ese instante
en que mis manos te acarician
y te aprendo para no olvidarte.

 

 

 

Llegué

Llegué a abrazarte,
a rodear el altar de tu cuerpo
en febril delirio,
a acoger tormentas entre mis muslos,
a morir por empaparme
de vida en unos segundos.
Llegué a sentir que volaba,
que mi carne cubierta de tu aroma
era lo que daba fuerza a mis alas,
a recorrer el cielo cada noche
sin abandonar el abismo de mi cama.
Llegué a vivir el sueño de arrancar
la piel que hasta ahora me cubría,
para vestirme de humedad y arena,
llegué a ser lo que tus labios besaron
hasta que volví a ser yo,
con la luz del día.

Hasta que te alcance

Hasta que te alcance,
conoceré tormentas,
me dejaré atravesar por tus rayos,
surcaré el mar abierto de tu pecho,
y me derretiré en el ardor de tus manos.

Empaparé mi piel con tu veneno,
acomodaré tu cuerpo entre mis labios,
y me dejaré matar
por tus certeros disparos.

Sangraré mi pasión
en cada uno de tus lances,
me desprenderé de mi alma hecha deseo...
Hasta que te alcance.

Botella vacía

Impredecible camino encontrar tu recuerdo en cada botella,
enfermar en cada trago
por no beber más licor que tu ausencia.
Incomprensible tristeza,
mi pecho herido
por los tragos de tu abandono.
Irremediable locura
ver mi cuerpo empapado
de tu saliva
dónde no hay más que noche oscura.
Inolvidable silencio,
mi boca entreabierta,
la cama desierta,
y el despertar al calor de una botella vacía.

Sin concesiones

Sin concesiones.
Sin dejar de mirar la vida
desde el sensual nudo
que atesora el morir de tus piernas.
Sin dar un paso atrás,
sin albergar ninguna duda
al beber del manantial
que descansa al sur de tu cintura.
Sin desear otra quimera
que empapar mis dedos
en el caer suave de tus muros,
y deshacer en tu calor
todo lo que hasta hoy fue mi mundo.

Lejos de todo lo que no me lleve a ti

Lejos de todo lo que no me lleve a ti,
de esos paisajes
en los que no te encuentro.
De esas sábanas
teñidas de otros cuerpos.
Lejos de lo que no te nombre,
de letras y lugares
que no duerman en tu boca.
De esas tardes desnudas,
yo sobre tu espalda,
tú atravesando mi cintura,
derroche de piel y locura.

Me acostumbré

Me acostumbré
a tener siempre tiempo para amarte,
a tu mirada como espejo,
a no vestirme si no de ti,
de la seda de tus anhelos.
Me acostumbré
a secar mi piel a tu aire,
a enredarme en los cordones de tus labios,
a abrirme a ti con los ojos vendados,
a vaciar con mi lengua
la copa de tu piel bebida de un sólo trago.
Me acostumbré a morir por tu deseo envenenada,
pero sobreviví a mi locura
y ya no te vi más,
sólo contemplé mi cordura.

Bastará

Bastará recordar tu aroma,
decir tu nombre,
evocar en mi piel
todas las promesas rotas.
Bastará con morir un poco cada tarde,
en el sereno momento
en que vuelva a encontrarte.
Bastará con sentir tu aliento
sellando mis heridas,
con encontrarte en mi sueño a cada paso,
con rehacer en mi interior tu cuerpo de barro,
con mirar tu vientre con mi lengua
agotando saliva y distancia.
Bastará con encontrar
mi lecho envuelto en calma.

Me sobra todo

Me sobra todo.
El pelo que, caprichoso,
acaricia mi cintura.
La camisa blanca que me envuelve,
que ante el mundo me oculta.
La ropa que esconde mi vientre
que aun dormido te siente.
Me sobra todo menos tus besos que no tengo,
los cuerpos que me mecen,
sobre los que me engaño,
que me acechan,
me encarcelan,
porque acariciar
sólo me acariciaron tus manos.

Tan sólo dime si me amaste

Dime que me amaste,
que tu corazón se hundió
en mi pecho aquella tarde
en que me abrazaste.
Que tu piel se hechizó
cada vez que mis manos la tocaban.
Que tus labios sabían a mi,
sin importar qué labios besaban.
Que siempre que tu daga
atravesó mi cuerpo,
moriste,
no sólo me mataste.
Tan sólo dime si me amaste.

Vives en mis silencios

Vives en mis silencios,
en cada uno de los lugares
en los que con mis dedos te encuentro.
Te recoges
en los relieves de mis yemas
y en ese mundo en el que guardo
cada una de mis lunas en vela.
En la rugosidad humeda de mis paredes,
me quemas.

No hay playa más desierta

Entro en el despertar furioso
de mi cuerpo enamorado,
caudal vertido en la ciénaga del olvido,
en el mar abierto del deseo desbordado.
No hay más dolor que mis deseos dormidos,
ni más miedo que encontrar nuestro ayer
en cada una de mis pasos.
No hay playa más desierta
que mis sábanas,
tu olor y este morir sin haberte amado,
ni tormenta más perfecta
que mis manos siguiendo tu rastro.

Bajo tu cielo

Bajo tu cielo
el tiempo se detiene.
Espero,
con mi vida reposando entre tus manos,
morir en el placer nacido
de sentir que en tu vientre quemo.
Bajo la luz tenue del miedo vencido,
que mi piel quede libre
de todo menos de tu boca.

Tus manos

Tus manos.
Carnales,
tiernas,
llenas de vida.
Me llevan al éxtasis,
a un placer
único y definitivo.
Tus dedos,
mágicos instrumentos
que cincelan mi cuerpo,
me hacen ser lo que nunca fui...
Me conducen a las aguas turbias
que enardecen mi deseo.
Me llevan a ti.

Logré acariciarte con la memoria

Logré acariciarte con la memoria,
morir en tu recuerdo
y desnudar mi piel
para borrar tu ausencia.
Mis manos rasgaron el cielo enredadas en mi carne,
hambrientas de arder en tu fuego...
Pero todo lo que sentí era mio,
ni mis caricias te hicieron regresar,
ni alejaste de mi cama el frío.

No camino

No camino,
me acerco.
No me desnudo,
me visto de sueños.
No me muestro,
hablo sin voz,
y sin palabras me entrego.
Dejo que toda mi piel te grite,
te arrastre
como un torbellino
hasta la profundidad de mi lecho.
No te busco,
salgo a tu encuentro,
no solo te amo,
te deseo.
Convierto en infierno
cada rincón de mi cuerpo,
me abraso,
me quemo,
cuando sentirte dentro
deja de ser un recuerdo.

Quiero que te hagas carne, manantial y furia

Quiero que tomes de mi cuerpo
todas sus medidas,
que sea tu boca la que me hable
y en silencio,
me haga sentir viva.
Quiero que te hagas carne, manantial y furia,
que tu conciencia se pierda
mientras mi alma se inunda.
Que tus labios
conviertan en largo su paseo
en el interior de mi cuerpo,
que ningún rincón sea secreto
y que este amarte sea eterno.

Mi piel contra tu piel

Mi piel contra tu piel,
dos cuerpos
devorando las distancias,
encontrando grietas,
borrando a golpe de locura, restos de otras manos.
Los versos de mis dedos,
empapando el cielo que se esconde,
que me grita y que me atrapa,
tras la suave curva de tu espalda.

Hasta que estalle la tormenta

Hasta que estalle la tormenta,
hasta que encuentres mis labios,
hasta el momento en que
nuestros cuerpos anudados
se alimenten,
se reconozcan,
se nos escapen de las manos.

Hasta que uno en otro nos conozcamos,
viviré cada noche entregándome al perdón
de morir en otra carne,
de buscar la redención
en en el infierno de olvidarte.

Te dije

Te dije que no me amases,
que me dejases naufragar,
que en las olas de tus brazos,
nunca el amanecer,
temblando me encontrase.
Te dije que no bebieses de mi piel,
que me abandonases a mi suerte,
que a mis labios heridos
no los arrastrase tu corriente.
Te dije que no comieras mi carne
ni bebieses mi vino,
que un amanecer enredado en mi cuerpo,
nunca interrumpiese tu camino.
Te dije que no habitases
ninguna de mis estancias,
que desnudases otros cuerpos
y deshicieses otras camas.
Te dije tanto,
abandoné paisajes,
cubrí cielos
y ahora sólo me queda
rodear mis noches de silencios.

Tu aliento sobre mi cuello

Me mece,
tras los cristales,
la vida que me dió
tu aliento sobre mi cuello.
Hoy,
en la cárcel de mi cuerpo
encierro cada uno de tus miedos,
los recojo,
los acaricio,
los envuelvo
en esta líquida pasión que me arrastra,
que me quema,
que a través del recuerdo,
transforma en vergel mi desierto.

Tu boca

Tu boca,
esa cueva inmensa
que me abraza,
me acaricia,
me acorrala...
Que me dibuja firme
y egoísta...
Exhalo mi muerte
cuando tus labios,
irreverentes,
recorren mi cuerpo.

Te clavaste en mi corazón

Te clavaste en mi corazón,
en mi vientre,
en todas mis partes.
Convertiste mi piel en lienzo,
derramaste sobre ella
mil formas de amarme,
llenaste mis espacios,
pintaste con tus colores
todos mis instantes.
Ya no habrá más marco
que tu carne en mi carne.