Me quema tu recuerdo

Me quema tu recuerdo,
me abrasa el sabor de tus labios
y el color de tu piel, incierto.
Regreso a ti
para hacer de mi cuerpo un templo,
y arrinconar tu humedad con mis manos,
en mi limites desechos.

Guardo tu aroma en mi memoria
y bajo mis pliegues de ayer,
mis manos marcan los recuerdos de tu historia.
Alimento mis sentidos cada tarde
con los restos de lo que fue mi mundo,
deseo desbordado
en forma de pedazos de tu carne.

En mí

En mí,
rompiendo silencios,
abriendo carnes,
ensartando deseos.
En mí,
haciendo del momento
ese trozo de vida
en que parar el tiempo.
En mí,
y en las mil formas de tu cuerpo,
en ese amarme incierto.
En mí,
conteniendo mareas,
sin otro deseo que volver a mí,
contigo en mi alma y en mi cielo.

Gozar como camino y sentirte mio

Gozar como camino y sentirte mio.
Encontrar entre tus  dedos
un calor que me quema,
que me da vida entre tinieblas.
Empaparme de ese mar sereno
que es el sabor de tu carne
bañada en mis besos.
Sentir que me asomo al abismo
de esa libertad sin dueño,
y que caigo,
de forma inevitable,
en la liquidez de tus redes.
Morir a tiempo de nacer,
cuando tu corazón
vuelva a latir en mi pecho.

Todo

Todo se transforma;
un charco en mar llena de furia,
un beso en el mayor de los placeres,
la quietud serena de tu boca
en un manantial de lujuria.

Todo se convierte en distinto;
tu espalda en mi norte,
mi cuerpo mojado en tu mapa,
tus caderas en mi cuerpo
y sus impensables formas.

Todo se adapta
a tu boca surcando mi pecho,
a esa lengua que ensancha los sueños,
a ese llegar a ser uno,
y morir a través de tus besos.

Te doy lo que te corresponde

Te doy lo que te corresponde,
aquello que alberga mi cuerpo,
que se alimenta de ayer
y que siempre lleva tu nombre.

Te entrego mis miedos desechos,
otros labios como recuerdos,
esa prisa por amanecer,
y el sol derritiendo tus tiempos.

Te regalo mis espacios vencidos,
mi interior recordando tu piel derramada,
y tus restos en mi vientre,
para renacer en ti cada madrugada.

Te mido con mis manos

Te mido con mis manos,
acortó distancias,
deshago lo que hasta ahora
midieron las palabras.
Sobre tu piel,
toda caricia es poesía,
cualquier parte de mi cuerpo
vuelve a la vida.
Bajo mi piel,
eres dueña de lo que hasta hoy me pertenecía.

Ambiciono

Ambiciono hacer de tu cuerpo mi cárcel,
no rebajar la condena
encerrarme en tu piel una tarde,
y sentirte latir en mis venas.

Ambiciono ese hacer de tus manos tibia llave
que abre con tiento mis piernas,
ese cielo que se rompe
tras la tormenta de tu lengua.

Ambiciono no ocupar otro trono
que el altar de tus caderas,
hacer de tu vientre mi reino,
y detener el reloj de tu alma,
cuando te entregue tu sabor con mis besos.

Déjame crecer

Déjame crecer, fluir, expandirme,
hacer de mi cuerpo un mapa de grises.
Haz que me moje los labios,
que mi boca acaricie los cigarros,
que te sienta, aunque no te tenga,
que tu sabor sea mi saliva.

Vuelve, sin haberte ido,
moja mi piel sin tocarme,
hablame despacio al oído
y hazme creer que no ganó el olvido.

Me canse de no verme

Me canse de no verme
si no me miran tus ojos,
de no encontrar más espacio
que el dejado entre aquellas madrugadas
y mi cuerpo olvidado.

Te veo en mis noches sin sueño
y me entrego a ese espejo
 que ya no devuelve tus manos
moldeando mi pecho.

Me acerco a mi imagen y me invade
el calor de tu boca, rompiendo cristales,
respiro con fuerza y tu aliento,
llegado del frío,
transforma mi intento de olvido
en mi eterno suplicio.

Me alimento de ti

Me alimento de ti
y me procuro,
en  ese elixir invisible
que entra en mí,
el sustento que reconforta mi alma.
Me desato en la locura

de amarte en todos los lugares,
de todas las formas,
olvidando otra piel,
toda ley, cualquier forma.

Me alimento de ti
y en esa sinrazón por saciarme,
no hay más salida que hacer de mi boca
un universo hambriento
en el que saborear mi esencia,
y en el que cobijar tu carne.

Mi cuerpo

Mi cuerpo:
lugar donde la vida reposa,
habitación
de agua en todas sus formas.
Ajeno al aire que lo envuelve,
a cualquier tiempo,
a todo lo que lo rodea,
menos al calor de tu pecho.

Mi cuerpo:
indiferente a todo gesto
que no sea mi campo arado
por la suavidad de tus manos,
a mis paredes derribadas
tras el paso ardiente de tu lava.

Mi cuerpo:
Hambriento de emociones,
de saciarme del hambre
que devora mis rincones.
Lleno de ti,
incompleto hasta
que de nuevo caiga la tarde
y vuelvas a amarme.

Deseo que el mar embravezca ...

Deseo que el mar embravezca
cuando no lo abracen mis labios.
Cuando mi pecho,
rebelde,
sin alimentarlo, se escape.
Que se sienta huérfano de mi boca,
que enloquezca al saber
que moriré siempre en tu playa.
Que desate su furia al ver
que bebo, sorbo a sorbo,
la marea de tu angustia.
Que marco tu carne
con uno solo de mis besos,
que mi vientre abriga tu cuerpo,

desbordado, inmenso.
 Deseo que el mar conozca el placer
cuando le susurre al oído,
que pude desnudar tu cuerpo,
que asolé aquellas esquinas
que otras lenguas no transitaron,
hasta que las hice mías.

Objeto de mis oscuros deseos

Objeto de mis oscuros deseos,
protagonista de la humedad de mis noches.
Vendaval que me llena de urgencia,
que convierte mi pasión en derroche.
Lamentos que abren horizontes,
colman sueños,
confunden distancias,
y olvidan nombres.
Sin otra identidad que el sabor de tu labios
sellando mis duelos.

Empapada

Empapada en tu recuerdo,
en esas horas desbordadas
por mi extrema desnudez.
Empapada en tus labios explorando mi nuca,
en el frío de mi cuerpo a solas,
en ese forma de caer al vacío,
de medir mi piel con tu boca.

Empapada de los amaneceres
que guardan tu calor en mi espalda,
que conocen todos mis placeres,
que me visten de cuero,
y me despojan de calma.

Empapada sobre tu cuerpo sin miedo,
marcando caminos,
domando lugares
que sólo alcanza mi lengua,
restando a los días
el tiempo que te tengo dentro.

Tu piel como territorio...

Tu piel como territorio,
mapa vital
que surco con mis manos,
que conoce nuevos relieves
bajo el látigo de mis dedos.
Tu piel como
territorio virgen
hasta no probar mis labios,
marcada por mi irrefrenable deseo
y rendida al hambre atrasada,
que yace tras mi desenfreno.

De este paisaje ...

De este paisaje
que es mi cuerpo

sobre una hoja en blanco,
no quedan más que tus caricias
en forma de palabras.

En mi pecho se dibujan
tus dedos quemando mi piel,
reventando de pasión
mis débiles costuras.

En mi cuello reposan
restos de tu aliento que me dan vida,
me cubren de bruma,
me mojan.

Mis caderas ceden, prodigiosas,
al empuje de tus vientos
y se marca en mis labios,
el lento paso de tu boca.

En el hueco de mis piernas
dónde duerme mi lujuria
esperando tu regreso,
me hablan a tientas
las sombras de tu deseo,
mientras me entrego a ti
para sobrevivir a mi locura.

Mereces cada una de mis palabras...

Mereces cada una de mis palabras,
hasta las que silencio.
Las que llegan a ti en forma de canción
o con el sabor a besos de otros tiempos.

Mereces mi mirada limpia,
mi cuerpo enredado
en tu más perverso sueño.
Mereces que me ate a tu cuello,
que recuerdes el sabor del chocolate
cada vez que huelas mi pelo.

Mereces que te haga el amor
cada noche hasta agotarme,
que nuestras bocas se enreden
hasta no saber
dónde desembocan nuestros mares.

Mereces que crecer
al amparo de mis labios,
que el deseo te desborde,
y la pasión te haga olvidar
incluso tu nombre.

Mereces que la definición de mi paraíso
sea,
tras arrasar mis formas
y sentidos,
tu cuerpo desnudo
al lado del mio.

Ya no cobijo más suspiros...

Ya no cobijo más suspiros
que aquellos que guarda mi almohada,
ni recojo los miedos
que encuentro en otras miradas.
Este mundo abstracto
sólo lo llenan recuerdos:
atardeceres de carnes abiertas,
pasiones con hambre
derribando mi puerta.
Me resguardo de todo,
muriendo en tormentas,
cincelando mis dedos
aquellos recodos,
áridos por tu ausencia.
Destrozo mi lujuria,
viviendo tu aroma
en sábanas revueltas,
apretando mis labios
al recordar los tuyos
en mis zonas inciertas.
Mi cuerpo se agita
al imaginar tus manos
rompiendo paredes,
levantando compuertas,
dándome vida.
Ya nunca volveré a ser libre
porque, cuando despierte,
la cama vacía
reabrirá mis heridas.

Carne de tu carne.

Carne de tu carne.
Labios que te recorren
incansables,
que devoran
hambrientos
aquello que soñé amar
y que en tu piel encuentro.
Que te convierten en agua,
que te llegan a ti insaciables,
que te hacen llegar hasta el cielo,
agotado de deseo,
y sin abandonar mi lecho.

Bajo mi vientre ...

Bajo mi vientre
tu lengua fluye incansable y atenta,
hasta traspasar mi cuerpo,
derrotado y sumiso.
Tu boca se detiene
para morir
en la única parte de mí
que, en estos momentos,
te ata con húmedas cadenas
y que permanece viva.

Sin más paisaje que la oscuridad ...

Sin más paisaje que la oscuridad,
mi cuerpo se deja amar.
Sin piel,
sin miedo...
revistiendo cada momento,
despojando mi memoria
de tus viejas promesas.
Me atan otras manos,
me hacen libre otras lenguas
que me dibujan
y me cincelan.
Entran en mi cuerpo sin nombre,
sin más promesa,
que hacerme sentir presa
de esos momentos
en los que tu recuerdo regresa.

Sin espejo en el que mirarme.

Sin espejo en el que mirarme.
Sin más piedras
que tu adiós
rompiendo mis cristales.
Ya no habrá
más horas breves,
ni tu lengua derribará mis paredes.
Ya mi boca
no te hará subir al cielo,
ni tu deseo
crecerá en mi cuerpo.
No alimentarás mi vientre,
ni te veré morir cuando amanece.
Tu cuerpo y tu alma
ya no me pertenecen.

Hacia el cielo...

Hacia el cielo
al que me conduce
sentirte dentro de mi cuerpo,
hacia ese paraíso
al que me lleva tu huracán,
que arrasa todos mis sentidos.
Hacia ese mar de éxtasis
en el que,
a través de tu oleaje,
sumerges mi conciencia.
Hacia ningún lugar
cuando en mí,
se tambalean tus cimientos.

Me dejaron tus manos ...

Me dejaron tus manos,
y el miedo a morir de frío
pudo más
que el dolor del abandono.

Me desnudé de tu paisaje,
me convertí en otro lienzo,
pero no reinó de nuevo
ninguna luz cálida en mi desierto.

Abrí mi cuerpo sereno
al color de otros pinceles,
otras bocas,
otras lenguas
se plasmaron en la noche
y en cada una de mis pieles.

Ya no encuentro palabras
ni te deshago en mis versos,
trazo mi agonía sin colores,
mientras tu amanecer
se escurre, poco a poco,
entre mis dedos.

Vértigo ...

Vértigo
al imaginarme
besando tu cuello.
Al verme reflejado
en las gotas de sudor
que resbalan por tu pecho.
Vértigo al sentir
que caigo poco a poco
desde el universo de tu ombligo,
al probar esa mezcla ardiente
de tu lluvia y mi aguacero,
al morir
en la noche que se esconde
más allá de tu liguero.

Me deshago de todas mis formas ...

Me deshago de todas mis formas
cuando me acerco a la locura
de imaginar tus besos.
Caigo en el pozo de sobrevivir,
sin más heridas,
a tu recuerdo.

Con mi carne abierta,
y alejada de toda cordura,
te veo en cada uno de los gestos,
en todas las miradas que se clavan, certeras,
en mi pecho.
Me hundo en mis entrañas,
y no reconozco dentro de mí
más huellas
que las dejadas por tus dedos.