sábado, 14 de diciembre de 2013

Rociar la madrugada

Después de ti, el silencio.
No volver a rociar la madrugada
con el tibio calor de tu aliento.
Encontrar en cada esquina la nada,
enredarme en dejar de ser,
vender a trozos mi alma,
y mentirme con el rozar de mis dedos.

Después de ti, lo abstracto.
Ni aroma,
ni piel,
ni pañuelos de seda atando latidos,
ni el sabor amargo de esa noche que acaba.

Después de ti, la locura de vivirte.
Hacer de mi sonrisa un paso de baile,
sentir en tu despertar que mi cuerpo arde
y mi carne envuelta en tu aroma,
es la condena de no dejar de soñarte.


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