El verdadero milagro
es amoldar tus caderas a las mías.
Encontrarte,
mar abierto y tempestuoso,
en el lugar que antes ocuparon mis heridas.
Ver cómo tiemblas cuando te acuno,
y desenredar mis nudos
mientras me desato en tus embestidas.
El verdadero y sacrílego milagro
es que a ambos nos moje la lluvia,
y en ese momento,
enterrar en nuestro aliento enfebrecido,
todas las dudas.
es amoldar tus caderas a las mías.
Encontrarte,
mar abierto y tempestuoso,
en el lugar que antes ocuparon mis heridas.
Ver cómo tiemblas cuando te acuno,
y desenredar mis nudos
mientras me desato en tus embestidas.
El verdadero y sacrílego milagro
es que a ambos nos moje la lluvia,
y en ese momento,
enterrar en nuestro aliento enfebrecido,
todas las dudas.
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