viernes, 17 de enero de 2014

Llueve.


Llueve.
Sobre mi piel desnuda,
sobre mi eterna duda,
sobre ese silencio que me puede…
Bajo esa tormenta que arrecia,
bajo mis carnales cimientos,
tras los olvidos que no siento.

Llueve.
Sobre mi memoria vencida,
sobre la carne que nunca amaste,
y que nunca volverá a ser mía.

Llueve.
Y el agua empapa hasta mi alma,
me trae tus manos,
abandono mi calma…
Me envuelven los sueños
y, a través de mis dedos,
te hago mi dueño.



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