Entre mi cuerpo y mi alma
no hay paraísos perdidos,
no se desatan tormentas
ni se pierde la calma.
Entre el deseo y el tiempo
que, perezoso,
entre nosotros se derrama,
no hay cenas compartidas,
sólo camas vacías
que eternizan madrugadas.
Entre tu piel y mi boca,
tu vientre; tierra de nadie,
me envuelve el deseo nunca saciado,
lugar en el que mueren todas mis derrotas.
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