sábado, 22 de septiembre de 2012

Los Diez Mandamientos



Amarás mi cuerpo
por encima de cualquier sueño.
Me desearás,
convulso,
abriendo ante ti
todos los mares
en los que naufragaste.
Gritarás mi nombre
sobre aquellos silencios
que acallaron tu risa,
cada vez que el olvido
se adueñó de tu alma.

 


No pronunciarás
mi nombre en vano.
Sin más palabras
que las que hundas en mi piel.
Sin ninguna otra letra
que los versos que derrames
sobre el libro abierto
de mi carne.
 
 
 

Santificarás la fiesta
en la desnudez de mi carne.
Glorificarás los besos
que alberga mi boca,
hasta hacerlos eternos
para colmar todas tus noches.
Adorarás sobre mi piel,
otros caminos
que nunca andaste
con los pies descalzos de deseo.
 


Honrarás todos los cuerpos
que alguna vez
te hicieron libre.
Que memorizaron tu piel
que abrieron tus heridas
y dejaron en ti,
la hiel que te arrojó al precipicio
donde dormían mis caricias.
 
 
 

No matarás
tu deseo irrefrenable de amarme.
Derribarás mis fronteras,
arrasarás las áridas
tierras de mi carne.
Conquistarás mi cuerpo,
palmo a palmo
y alimentarás mi piel,
prisionera de tus labios.
 
 


No desearás mi cuerpo en vano.
Te saciarás,
y en tu carnal locura
quedarás sediento
y regresarás a mi,
para soñar que me amas
envuelto en ausencia.
 
 



No robarás
ni una bocanada de aire
que pueda alimentarme,
que recorra mi espalda,
que me haga sentir
el calor húmedo de tu cuerpo,
mientras tu aliento
sobre mi cuello,
se refleja en el cristal
de mi ventana.
 
 



No mentirás.
Me cubriré con una máscara
y cada amanecer
seré una mujer nueva.
Me amarás
y aprenderás a dibujar
todos mis sueños.
Moriré cada noche
sobre tu piel,
mientras besas
todos mis labios,
mientras conoces
todos mis cuerpos.
 
 



No habrá más impureza
en mis pensamientos.
No me recrearé en tu manos,
testimonio lejano
de mis oscuras fantasías.
No me cubriré de perversión
al imaginar tu cuerpo desnudo,
sobre mis caderas hambrientas.
Ahora descansas junto a mi
y no necesito soñar para poder amarte.
 
 



No codiciarás
otro bien ajeno que mi piel.
Ni más regalo
que mi cuerpo a tu lado.
Ni cualquier palabra que,
nacida de tus labios
y tras navegar en tus mares,
muera en tu boca.
 
 
 
 
 
 
Todos estos mandamientos
se encierran en dos:
Me amarás
con todos tus sentidos.
Gozarás de mi carne
y someteré tu cuerpo
al dictado de mi boca,
sagrada escritura de tu piel sin límites.
 
 
 
 

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