Me someto a mis miedos,
arrastrando el deseo
por las aristas de mi lecho.
Recojo los restos de mí en tu mirada
para darme otro nombre,
olvidar otras vidas,
y volver a nacer,
enredada en la almohada.
Me someto a un sueño que me abraza
a ese milagro hecho carne,
a esa locura que me invade,
a tu aliento,
que me quema sobre mi espalda
cuando cae la tarde.
Te someto a esa fiebre que delira,
que atraviesa mi cuerpo sin hacer más heridas
que tu abandono cuando llega el día.
arrastrando el deseo
por las aristas de mi lecho.
Recojo los restos de mí en tu mirada
para darme otro nombre,
olvidar otras vidas,
y volver a nacer,
enredada en la almohada.
Me someto a un sueño que me abraza
a ese milagro hecho carne,
a esa locura que me invade,
a tu aliento,
que me quema sobre mi espalda
cuando cae la tarde.
Te someto a esa fiebre que delira,
que atraviesa mi cuerpo sin hacer más heridas
que tu abandono cuando llega el día.
Creo que este sometimiento del que hablas es una gran valentía. Dejarse llevar por ese delirio...
ResponderEliminarMaravilloso.
Un abrazote.
EliminarDel sometimiento a la soledad, al vacío, a ese recuerdo que se hace presente, al delirio... Simplemente. Maravilloso sometimiento y maravillosa valentía, te doy la razón.
Besos y una vez más, gracias.